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VolverLa noche en que Rafael Orozco recogió sus pasos
Fuente: ElHeraldo.com.co | Fecha: 2012-06-12 | Visitas: 14618
Dicen que una noche de marzo de 1992 fue más negra en Becerril. Cuentan que Rafael Orozco Maestre llegó hasta su pueblo natal a cumplir un compromiso musical, pero en realidad llegó a acatar un único designio del destino: llegó a recoger sus pasos.
Esa noche la luna se volvió asomar con su hechizo detrás del barranco, mientras Rafa retando los minutos antes de su presentación musical, recorrió las calles en las cuales, en su burro, compitió con su amigo Justo Rafael Mandarria Barahona, a quien vendiera más agua. También pudo reírse recordando cuando manejaba con Beto y Álvaro, los mellos Armenta, una de las pocas bicicletas que había en el pueblo, la del Papi Daza para desafiar las empedradas calles, pese a su miedo de caerse, rasparse y ganarse una ‘fuetera’ de la vieja Cristina.
Fue así que aprovechando esa presentación en Becerril prefirió robarle una hora al público, que esa noche reclamaba sus notas y sones, e invertirla en revivir sus tiempos de ayer, acompañado por sus amigos de siempre, los mellos Armenta, quienes dos décadas después del asesinato de Rafa no alcanzan a comprender “porque una mano cobarde silenció unos versos con sangre y le quitó la vida a un poeta”. Alberto El Mello Armenta Arregocés, amigo de la infancia del artista recordó que “esa noche antes de la actuación, fuimos con él a hacer unas llamadas, en ese entonces a Telecom, que por cierto ya estaba cerrado, pero como el administrador era un primo de él que andaba con nosotros, le abrió para que usara una de las tres únicas cabinas que existían para servicio del pueblo ”.
Armenta además agregó a esta historia que “Rafa salió empapado en sudor de la cabina telefónica, no quiso montarse en el carro en que andábamos y prefirió caminar para coger aire”.
El cantante no se dirigió al sitio donde se iba a presentar sino que, obedeciendo una fuerza desconocida, fue en dirección a la calle Gaitán e iba señalando las casas y recordando, con nombre propio a los dueños.
En medio de su paseo, se detuvo frente a la casa que fue su hogar de niñez y de donde salió a “comerse el mundo porque sí España tenía un Rafael, el vallenato también lo iba a tener y ese era él”, como solía decir a los mellos Armenta quienes esa noche “interrumpimos el paseo y nos sorprendió cuando se metió al patio, (por la cerca de palo) yo le grité “ve Rafa y tú ¿qué vas a buscar allá?” y Rafa me contestó “déjame recorrer el espacio donde nací y me crié”, y sus pasos llegaron hasta el palo de mamón que hace ocho años, una tormenta arrasó en el patio de la casa, donde él y su familia acostumbraban a sofocar las altas temperaturas de Becerril, en medio de entretenidas tertulias.
Hoy, en su lugar, se sembró un árbol de naranjo. La casa todavía sigue allí identificada con el número 5-64 de la calle Gaitán donde nació y vivió muchos años.
Cuentan que esa noche fue más noche, porque Rafa estaba recogiendo sus pasos. También cantó más de lo pactado en el contrato musical, como si supiera que a pocas semanas partiría a la eternidad y no habría otra oportunidad para dejar una melodía en las almas de sus paisanos, que hoy 20 años después siguen llorando una esperanza que se quedó en medio del camino.
Por Damaris Rojas
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La noche en que Rafael Orozco recogió sus pasos
Fuente: ElHeraldo.com.co | Fecha: 2012-06-12 | Visitas: 14618
Dicen que una noche de marzo de 1992 fue más negra en Becerril. Cuentan que Rafael Orozco Maestre llegó hasta su pueblo natal a cumplir un compromiso musical, pero en realidad llegó a acatar un único designio del destino: llegó a recoger sus pasos.
Esa noche la luna se volvió asomar con su hechizo detrás del barranco, mientras Rafa retando los minutos antes de su presentación musical, recorrió las calles en las cuales, en su burro, compitió con su amigo Justo Rafael Mandarria Barahona, a quien vendiera más agua. También pudo reírse recordando cuando manejaba con Beto y Álvaro, los mellos Armenta, una de las pocas bicicletas que había en el pueblo, la del Papi Daza para desafiar las empedradas calles, pese a su miedo de caerse, rasparse y ganarse una ‘fuetera’ de la vieja Cristina.
Fue así que aprovechando esa presentación en Becerril prefirió robarle una hora al público, que esa noche reclamaba sus notas y sones, e invertirla en revivir sus tiempos de ayer, acompañado por sus amigos de siempre, los mellos Armenta, quienes dos décadas después del asesinato de Rafa no alcanzan a comprender “porque una mano cobarde silenció unos versos con sangre y le quitó la vida a un poeta”. Alberto El Mello Armenta Arregocés, amigo de la infancia del artista recordó que “esa noche antes de la actuación, fuimos con él a hacer unas llamadas, en ese entonces a Telecom, que por cierto ya estaba cerrado, pero como el administrador era un primo de él que andaba con nosotros, le abrió para que usara una de las tres únicas cabinas que existían para servicio del pueblo ”.
Armenta además agregó a esta historia que “Rafa salió empapado en sudor de la cabina telefónica, no quiso montarse en el carro en que andábamos y prefirió caminar para coger aire”.
El cantante no se dirigió al sitio donde se iba a presentar sino que, obedeciendo una fuerza desconocida, fue en dirección a la calle Gaitán e iba señalando las casas y recordando, con nombre propio a los dueños.
En medio de su paseo, se detuvo frente a la casa que fue su hogar de niñez y de donde salió a “comerse el mundo porque sí España tenía un Rafael, el vallenato también lo iba a tener y ese era él”, como solía decir a los mellos Armenta quienes esa noche “interrumpimos el paseo y nos sorprendió cuando se metió al patio, (por la cerca de palo) yo le grité “ve Rafa y tú ¿qué vas a buscar allá?” y Rafa me contestó “déjame recorrer el espacio donde nací y me crié”, y sus pasos llegaron hasta el palo de mamón que hace ocho años, una tormenta arrasó en el patio de la casa, donde él y su familia acostumbraban a sofocar las altas temperaturas de Becerril, en medio de entretenidas tertulias.
Hoy, en su lugar, se sembró un árbol de naranjo. La casa todavía sigue allí identificada con el número 5-64 de la calle Gaitán donde nació y vivió muchos años.
Cuentan que esa noche fue más noche, porque Rafa estaba recogiendo sus pasos. También cantó más de lo pactado en el contrato musical, como si supiera que a pocas semanas partiría a la eternidad y no habría otra oportunidad para dejar una melodía en las almas de sus paisanos, que hoy 20 años después siguen llorando una esperanza que se quedó en medio del camino.
Por Damaris Rojas
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Dicen que una noche de marzo de 1992 fue más negra en Becerril. Cuentan que Rafael Orozco Maestre llegó hasta su pueblo natal a cumplir un compromiso musical, pero en realidad llegó a acatar un único designio del destino: llegó a recoger sus pasos.
Esa noche la luna se volvió asomar con su hechizo detrás del barranco, mientras Rafa retando los minutos antes de su presentación musical, recorrió las calles en las cuales, en su burro, compitió con su amigo Justo Rafael Mandarria Barahona, a quien vendiera más agua. También pudo reírse recordando cuando manejaba con Beto y Álvaro, los mellos Armenta, una de las pocas bicicletas que había en el pueblo, la del Papi Daza para desafiar las empedradas calles, pese a su miedo de caerse, rasparse y ganarse una ‘fuetera’ de la vieja Cristina.
Fue así que aprovechando esa presentación en Becerril prefirió robarle una hora al público, que esa noche reclamaba sus notas y sones, e invertirla en revivir sus tiempos de ayer, acompañado por sus amigos de siempre, los mellos Armenta, quienes dos décadas después del asesinato de Rafa no alcanzan a comprender “porque una mano cobarde silenció unos versos con sangre y le quitó la vida a un poeta”. Alberto El Mello Armenta Arregocés, amigo de la infancia del artista recordó que “esa noche antes de la actuación, fuimos con él a hacer unas llamadas, en ese entonces a Telecom, que por cierto ya estaba cerrado, pero como el administrador era un primo de él que andaba con nosotros, le abrió para que usara una de las tres únicas cabinas que existían para servicio del pueblo ”.
Armenta además agregó a esta historia que “Rafa salió empapado en sudor de la cabina telefónica, no quiso montarse en el carro en que andábamos y prefirió caminar para coger aire”.
El cantante no se dirigió al sitio donde se iba a presentar sino que, obedeciendo una fuerza desconocida, fue en dirección a la calle Gaitán e iba señalando las casas y recordando, con nombre propio a los dueños.
En medio de su paseo, se detuvo frente a la casa que fue su hogar de niñez y de donde salió a “comerse el mundo porque sí España tenía un Rafael, el vallenato también lo iba a tener y ese era él”, como solía decir a los mellos Armenta quienes esa noche “interrumpimos el paseo y nos sorprendió cuando se metió al patio, (por la cerca de palo) yo le grité “ve Rafa y tú ¿qué vas a buscar allá?” y Rafa me contestó “déjame recorrer el espacio donde nací y me crié”, y sus pasos llegaron hasta el palo de mamón que hace ocho años, una tormenta arrasó en el patio de la casa, donde él y su familia acostumbraban a sofocar las altas temperaturas de Becerril, en medio de entretenidas tertulias.
Hoy, en su lugar, se sembró un árbol de naranjo. La casa todavía sigue allí identificada con el número 5-64 de la calle Gaitán donde nació y vivió muchos años.
Cuentan que esa noche fue más noche, porque Rafa estaba recogiendo sus pasos. También cantó más de lo pactado en el contrato musical, como si supiera que a pocas semanas partiría a la eternidad y no habría otra oportunidad para dejar una melodía en las almas de sus paisanos, que hoy 20 años después siguen llorando una esperanza que se quedó en medio del camino.
Por Damaris Rojas