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Diez años sin el lirismo de Hernando Marin

Fuente: Fino - edetor@hotmail.com | Fecha: 2009-09-02 | Visitas: 13359

Diez años sin el lirismo de Hernando Marin

La creciente, esa que se anuncia luego de un gran nubarrón y que inspira el titulo de una de las obras más bellas de nuestro folklor, fue de las primeras canciones que me aprendí completa. Letra y música. Quizás en ese momento no entendía mucho de amores y desamores, pero el hecho de mirar la emoción y la alegría que generaba en mis mayores, contagiaba esos sentimientos.

Fue tambien la historia melódica y mágica que concibió el amor por un folklor, que tres décadas después permanece vivo y fiel. Confieso que siempre me llamo la atención la bella forma como su autor comparaba esa desbordante y desenfrenada corriente de agua con su torrente amoroso. Siempre pensé que solo un genial diseñador de la lirica podría embrionar y dar a luz algo tan bello.

Y no me equivoque. Regocijado descubrí que el padre de esta y otras melodías fue un genio que nació en mi región, con las mismas costumbres, lleno de inocencias, bondades y sensibilidad por nuestros pueblos. Alguien que se deleitaba con lo que nos deleitábamos todos y se abatía con lo que nos afligía a todos.

Hernando Marín Lacouture, un ser humano a quien nunca le di la mano y creo nunca lo vi personalmente, pero eso no hizo falta para conocerlo, para saber como concibió el mundo, la amistad, la alegría, el compadrazgo, el humor y el dolor. Sus canciones lo describen como hombre, como papa, como hijo, como amigo y parrandero.

Nadie como el pudo plasmar el amor a sus muchachitas en esa hermosa canción que conmueve al mas indolente, y componer a la injusticia social abrazado a su macondianidad para cantarle a una bola de candela.

En Hernando Marín los dones se multiplicaban. En el habia razón, emoción, pensamiento y corazón como persona y como músico. La Guajira fue su principal musa. Ella le excitaba esa bella e indisoluble armonía que existe entre madre e hijo.

Hacer una lista de sus canciones es tarea interesante y extensa. El gano todos los festivales en donde concurso. Su guitarra, su voz y su simpatía deslumbraban a viejos y jóvenes, a compositores y dirigentes, a ricos y pobres.
El unió con su música a pueblos hermanos en canciones como “vallenato y guajiro” y puso a besarse a negros con blancas y guerrilleros con soldados en una de sus mas bellas poesías de pensamiento estético como “Canta Conmigo”.

No hay nada bueno y sano a lo que Marín no le cantara. No conozco una canción mala de Marín. No existe. Recuerdo que su sensibilidad fue tan fina que por allá en los años sesenta le canto a “Placeres Tengo”, un burrito, regalo de su papa, con el que compartió retozos de niñez.

Hoy el recuerdo de este verdadero juglar esta mas vivo que nunca. Se le recuerda en todas las parrandas y casas donde el vallenato mayor es consentido. Su muerte es aun lamentada. El cinco de este mes se cumplen diez años.

Hernando Marín es y debe ser siempre orgullo nuestro, del ser caribeño, del lirismo propio de esta región que es la única que puede parir un aventajado como el, que hace que fácilmente se besen la cultura con el arte y la amistad con la sabiduría.

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Diez años sin el lirismo de Hernando Marin

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Diez años sin el lirismo de Hernando Marin

La creciente, esa que se anuncia luego de un gran nubarrón y que inspira el titulo de una de las obras más bellas de nuestro folklor, fue de las primeras canciones que me aprendí completa. Letra y música. Quizás en ese momento no entendía mucho de amores y desamores, pero el hecho de mirar la emoción y la alegría que generaba en mis mayores, contagiaba esos sentimientos.

Fue tambien la historia melódica y mágica que concibió el amor por un folklor, que tres décadas después permanece vivo y fiel. Confieso que siempre me llamo la atención la bella forma como su autor comparaba esa desbordante y desenfrenada corriente de agua con su torrente amoroso. Siempre pensé que solo un genial diseñador de la lirica podría embrionar y dar a luz algo tan bello.

Y no me equivoque. Regocijado descubrí que el padre de esta y otras melodías fue un genio que nació en mi región, con las mismas costumbres, lleno de inocencias, bondades y sensibilidad por nuestros pueblos. Alguien que se deleitaba con lo que nos deleitábamos todos y se abatía con lo que nos afligía a todos.

Hernando Marín Lacouture, un ser humano a quien nunca le di la mano y creo nunca lo vi personalmente, pero eso no hizo falta para conocerlo, para saber como concibió el mundo, la amistad, la alegría, el compadrazgo, el humor y el dolor. Sus canciones lo describen como hombre, como papa, como hijo, como amigo y parrandero.

Nadie como el pudo plasmar el amor a sus muchachitas en esa hermosa canción que conmueve al mas indolente, y componer a la injusticia social abrazado a su macondianidad para cantarle a una bola de candela.

En Hernando Marín los dones se multiplicaban. En el habia razón, emoción, pensamiento y corazón como persona y como músico. La Guajira fue su principal musa. Ella le excitaba esa bella e indisoluble armonía que existe entre madre e hijo.

Hacer una lista de sus canciones es tarea interesante y extensa. El gano todos los festivales en donde concurso. Su guitarra, su voz y su simpatía deslumbraban a viejos y jóvenes, a compositores y dirigentes, a ricos y pobres.
El unió con su música a pueblos hermanos en canciones como “vallenato y guajiro” y puso a besarse a negros con blancas y guerrilleros con soldados en una de sus mas bellas poesías de pensamiento estético como “Canta Conmigo”.

No hay nada bueno y sano a lo que Marín no le cantara. No conozco una canción mala de Marín. No existe. Recuerdo que su sensibilidad fue tan fina que por allá en los años sesenta le canto a “Placeres Tengo”, un burrito, regalo de su papa, con el que compartió retozos de niñez.

Hoy el recuerdo de este verdadero juglar esta mas vivo que nunca. Se le recuerda en todas las parrandas y casas donde el vallenato mayor es consentido. Su muerte es aun lamentada. El cinco de este mes se cumplen diez años.

Hernando Marín es y debe ser siempre orgullo nuestro, del ser caribeño, del lirismo propio de esta región que es la única que puede parir un aventajado como el, que hace que fácilmente se besen la cultura con el arte y la amistad con la sabiduría.

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Diez años sin el lirismo de Hernando Marin

La creciente, esa que se anuncia luego de un gran nubarrón y que inspira el titulo de una de las obras más bellas de nuestro folklor, fue de las primeras canciones que me aprendí completa. Letra y música. Quizás en ese momento no entendía mucho de amores y desamores, pero el hecho de mirar la emoción y la alegría que generaba en mis mayores, contagiaba esos sentimientos.

Fue tambien la historia melódica y mágica que concibió el amor por un folklor, que tres décadas después permanece vivo y fiel. Confieso que siempre me llamo la atención la bella forma como su autor comparaba esa desbordante y desenfrenada corriente de agua con su torrente amoroso. Siempre pensé que solo un genial diseñador de la lirica podría embrionar y dar a luz algo tan bello.

Y no me equivoque. Regocijado descubrí que el padre de esta y otras melodías fue un genio que nació en mi región, con las mismas costumbres, lleno de inocencias, bondades y sensibilidad por nuestros pueblos. Alguien que se deleitaba con lo que nos deleitábamos todos y se abatía con lo que nos afligía a todos.

Hernando Marín Lacouture, un ser humano a quien nunca le di la mano y creo nunca lo vi personalmente, pero eso no hizo falta para conocerlo, para saber como concibió el mundo, la amistad, la alegría, el compadrazgo, el humor y el dolor. Sus canciones lo describen como hombre, como papa, como hijo, como amigo y parrandero.

Nadie como el pudo plasmar el amor a sus muchachitas en esa hermosa canción que conmueve al mas indolente, y componer a la injusticia social abrazado a su macondianidad para cantarle a una bola de candela.

En Hernando Marín los dones se multiplicaban. En el habia razón, emoción, pensamiento y corazón como persona y como músico. La Guajira fue su principal musa. Ella le excitaba esa bella e indisoluble armonía que existe entre madre e hijo.

Hacer una lista de sus canciones es tarea interesante y extensa. El gano todos los festivales en donde concurso. Su guitarra, su voz y su simpatía deslumbraban a viejos y jóvenes, a compositores y dirigentes, a ricos y pobres.
El unió con su música a pueblos hermanos en canciones como “vallenato y guajiro” y puso a besarse a negros con blancas y guerrilleros con soldados en una de sus mas bellas poesías de pensamiento estético como “Canta Conmigo”.

No hay nada bueno y sano a lo que Marín no le cantara. No conozco una canción mala de Marín. No existe. Recuerdo que su sensibilidad fue tan fina que por allá en los años sesenta le canto a “Placeres Tengo”, un burrito, regalo de su papa, con el que compartió retozos de niñez.

Hoy el recuerdo de este verdadero juglar esta mas vivo que nunca. Se le recuerda en todas las parrandas y casas donde el vallenato mayor es consentido. Su muerte es aun lamentada. El cinco de este mes se cumplen diez años.

Hernando Marín es y debe ser siempre orgullo nuestro, del ser caribeño, del lirismo propio de esta región que es la única que puede parir un aventajado como el, que hace que fácilmente se besen la cultura con el arte y la amistad con la sabiduría.

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