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VolverJulio Rojas no alcanzó a colgar la nueva foto en el Salón de Reyes Vallenatos
Fuente: Crónica por Por Juan Rincón Vanegas @juanrinconv | Fecha: 2016-07-04 | Visitas: 5801
En una visita al Parque de la Leyenda Vallenata “Consuelo Araujonoguera”, y después de ver la foto suya que está colgada en el salón de Reyes Vallenatos, fiel testimonio de su primera corona en el año 1983, Julio César Rojas Buendía pidió el favor de cambiarla.
El Rey Vallenato por dos ocasiones se reunió con el presidente de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, Rodolfo Molina Araújo, a quien le expuso los motivos de su solicitud, entre ellos, verse más elegante y a todo color. Julio se fue feliz, esperando regresar pronto y colgar el nuevo cuadro.
La tarea se quedó a medias, porque, efectivamente el hombre nacido en San Juan Nepomuceno mandó a enmarcar la nueva foto con la leyenda: “Julio Rojas - Dos veces Rey Vallenato 1983 - 1994”, la llevó para su casa en Barranquilla donde la mostraba con orgullo y decía que llenaba los requisitos.
Los días pasaban, los compromisos musicales aumentaban, y cada vez que el Rey Vallenato veía el cuadro con su foto sonreía y decía que pronto cumpliría la promesa.
Lo que él no contaba era que el corazón se le fuera a detener sin avisarle, a pesar de que recibía el mejor tratamiento. Todo pasó la madrugada del lunes 20 de junio, poco tiempo después de darse un último paseo por las notas de su acordeón.
“Amanecer contigo”
Para enmarcar esta historia aparece Judith Pacheco Russo, el gran amor de Julio Rojas. Enseguida, cuenta cómo se inició esta relación llena de detalles, de cantos y de afinidad absoluta.
“Me enamoré de su esencia como ser humano, de su sensibilidad, de su talento y de su bondad. Con el paso del tiempo, supimos que éramos el uno para el otro. Nunca lo abandoné y murió tranquilo en mis brazos”.
Aterriza en las añoranzas, y cuenta que juntos solían cantar el paseo “Amanecer contigo”, al que le habían puesto las frases precisas. Para ratificar lo anterior, logra que la inspiración regrese y canta llorando:
“Tus caricias y tus besos
yo los necesito al amanecer
con la verdad yo le confieso
eso no es un secreto
que aumenta mi querer.
Que lindo canto de los pajaritos
que en la madrugada me hacen despertar
porque contigo no me siento solito
y yo te necesito para quererte más”.
Después de ese ejercicio musical, Judith expresa que el Rey Vallenato estuvo muy feliz durante sus últimas horas de vida, porque su corazón se regocijó durante el homenaje recibido en el Festival Distrital de Música de Acordeón, y también porque meses atrás pudo grabar una producción musical con Poncho Zuleta. “Ese era uno de sus sueños y se le hizo realidad. Se emocionaba mucho cuando le decían que era un trabajo de mucha categoría”.
Entrando en detalles sobre el artista, indicó que era un acordeonero que se ceñía al vallenato clásico, al que defendía a capa y espada; que varias canciones vallenatas lo ponían feliz cuando las escuchaba o interpretaba: “La fuerza del amor” (Iván Ovalle Poveda), “Confidencia” (Gustavo Gutiérrez Cabello) y “Mi hermano y yo” (Emiliano Zuleta Díaz).
Recabando en los recuerdos, cita el amor que Julio le hizo despertar por el folclor vallenato, lo que motivó el comienzo de una época donde se dedicó a componer varias canciones que quedaron inéditas. “Precisamente dos días antes de morir, grabó una de mis canciones titulada “El grito de la naturaleza”, obra que daré a conocer muy pronto”.
En cada rincón de la casa de Judith Pacheco Russo abundan los detalles del hombre que con su acordeón expresó todo su sentir, derramó su sabiduría musical y les dejó a sus hijos Julio Alejandro, Julio Mario, Julio Alfonso y Julio Cesar, una herencia que deben ratificar poniendo su nombre en lo más alto.
El último regalo
Muchas historias giran alrededor del hombre que era invitado por Gabriel García Márquez, el patriarca y creador de Macondo, para parrandear y recordarle que hacía parte del árbol genealógico de la familia Buendía, esa que se fusionaba entre la fantasía y la realidad que el escritor plasmó en su libro “Cien años de soledad”, un vallenato de 350 páginas.
En ese contexto, ahora si muy real, aparece nuevamente Judith Pacheco Russo, el amor de Julio César Rojas Buendía, quien le estaba preparando varias sorpresas para el martes 28 de junio, día de su cumpleaños, pero la muerte se le adelantó a la celebración.
Ella, rodeada de una inmensa tristeza y con voz entrecortada manifestó: “Le compré de regalo un acordeón de doce sonidos. Ese fue el regalo que me pidió”.
Calla, revisa en su memoria los años que vivió al lado del hombre con quien compaginó su vida y saboreó las mieles del amor verdadero, ese que tiene la virtud de unir los océanos del sentimiento y entonces entrega la frase que le lacera hasta el alma. “Con la misma intensidad que amé a Julio, así siento el dolor por su partida”.
Ahora, Judith solamente le llevará flores a su tumba, elevará una oración y dejará correr muchas lágrimas que le producen los recuerdos, aquellos que se resumen cuando frecuentemente él le tocaba su acordeón y cantaban el paseo “Amanecer contigo”.
No pasaron cinco segundos, cuando llena del más absoluto dolor que se dibujaba en su rostro, y viendo que las horas son interminables se preguntó: ¿Será qué llega más tarde?
El Rey Vallenato descansa en paz, y ahora se escuchan con mayor frecuencia las notas de su acordeón que dejó grabadas las cuales se complementaron con las voces de varios cantantes, especialmente con Poncho Zuleta, quien le respaldó en el trabajo musical “Mis clásicos preferidos”.
En los próximos días, a Julio César Rojas Buendía se le cumplirá su deseo: la foto estará en el Salón de Reyes, espacio donde quiso que estuviera para que los visitantes al verla se imaginen al hijo de San Juan Nepomuceno lleno de gloria, y siendo dos veces Rey Vallenato por los siglos de los siglos. Amén.
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Julio Rojas no alcanzó a colgar la nueva foto en el Salón de Reyes Vallenatos
Fuente: Crónica por Por Juan Rincón Vanegas @juanrinconv | Fecha: 2016-07-04 | Visitas: 5801
En una visita al Parque de la Leyenda Vallenata “Consuelo Araujonoguera”, y después de ver la foto suya que está colgada en el salón de Reyes Vallenatos, fiel testimonio de su primera corona en el año 1983, Julio César Rojas Buendía pidió el favor de cambiarla.
El Rey Vallenato por dos ocasiones se reunió con el presidente de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, Rodolfo Molina Araújo, a quien le expuso los motivos de su solicitud, entre ellos, verse más elegante y a todo color. Julio se fue feliz, esperando regresar pronto y colgar el nuevo cuadro.
La tarea se quedó a medias, porque, efectivamente el hombre nacido en San Juan Nepomuceno mandó a enmarcar la nueva foto con la leyenda: “Julio Rojas - Dos veces Rey Vallenato 1983 - 1994”, la llevó para su casa en Barranquilla donde la mostraba con orgullo y decía que llenaba los requisitos.
Los días pasaban, los compromisos musicales aumentaban, y cada vez que el Rey Vallenato veía el cuadro con su foto sonreía y decía que pronto cumpliría la promesa.
Lo que él no contaba era que el corazón se le fuera a detener sin avisarle, a pesar de que recibía el mejor tratamiento. Todo pasó la madrugada del lunes 20 de junio, poco tiempo después de darse un último paseo por las notas de su acordeón.
“Amanecer contigo”
Para enmarcar esta historia aparece Judith Pacheco Russo, el gran amor de Julio Rojas. Enseguida, cuenta cómo se inició esta relación llena de detalles, de cantos y de afinidad absoluta.
“Me enamoré de su esencia como ser humano, de su sensibilidad, de su talento y de su bondad. Con el paso del tiempo, supimos que éramos el uno para el otro. Nunca lo abandoné y murió tranquilo en mis brazos”.
Aterriza en las añoranzas, y cuenta que juntos solían cantar el paseo “Amanecer contigo”, al que le habían puesto las frases precisas. Para ratificar lo anterior, logra que la inspiración regrese y canta llorando:
“Tus caricias y tus besos
yo los necesito al amanecer
con la verdad yo le confieso
eso no es un secreto
que aumenta mi querer.
Que lindo canto de los pajaritos
que en la madrugada me hacen despertar
porque contigo no me siento solito
y yo te necesito para quererte más”.
Después de ese ejercicio musical, Judith expresa que el Rey Vallenato estuvo muy feliz durante sus últimas horas de vida, porque su corazón se regocijó durante el homenaje recibido en el Festival Distrital de Música de Acordeón, y también porque meses atrás pudo grabar una producción musical con Poncho Zuleta. “Ese era uno de sus sueños y se le hizo realidad. Se emocionaba mucho cuando le decían que era un trabajo de mucha categoría”.
Entrando en detalles sobre el artista, indicó que era un acordeonero que se ceñía al vallenato clásico, al que defendía a capa y espada; que varias canciones vallenatas lo ponían feliz cuando las escuchaba o interpretaba: “La fuerza del amor” (Iván Ovalle Poveda), “Confidencia” (Gustavo Gutiérrez Cabello) y “Mi hermano y yo” (Emiliano Zuleta Díaz).
Recabando en los recuerdos, cita el amor que Julio le hizo despertar por el folclor vallenato, lo que motivó el comienzo de una época donde se dedicó a componer varias canciones que quedaron inéditas. “Precisamente dos días antes de morir, grabó una de mis canciones titulada “El grito de la naturaleza”, obra que daré a conocer muy pronto”.
En cada rincón de la casa de Judith Pacheco Russo abundan los detalles del hombre que con su acordeón expresó todo su sentir, derramó su sabiduría musical y les dejó a sus hijos Julio Alejandro, Julio Mario, Julio Alfonso y Julio Cesar, una herencia que deben ratificar poniendo su nombre en lo más alto.
El último regalo
Muchas historias giran alrededor del hombre que era invitado por Gabriel García Márquez, el patriarca y creador de Macondo, para parrandear y recordarle que hacía parte del árbol genealógico de la familia Buendía, esa que se fusionaba entre la fantasía y la realidad que el escritor plasmó en su libro “Cien años de soledad”, un vallenato de 350 páginas.
En ese contexto, ahora si muy real, aparece nuevamente Judith Pacheco Russo, el amor de Julio César Rojas Buendía, quien le estaba preparando varias sorpresas para el martes 28 de junio, día de su cumpleaños, pero la muerte se le adelantó a la celebración.
Ella, rodeada de una inmensa tristeza y con voz entrecortada manifestó: “Le compré de regalo un acordeón de doce sonidos. Ese fue el regalo que me pidió”.
Calla, revisa en su memoria los años que vivió al lado del hombre con quien compaginó su vida y saboreó las mieles del amor verdadero, ese que tiene la virtud de unir los océanos del sentimiento y entonces entrega la frase que le lacera hasta el alma. “Con la misma intensidad que amé a Julio, así siento el dolor por su partida”.
Ahora, Judith solamente le llevará flores a su tumba, elevará una oración y dejará correr muchas lágrimas que le producen los recuerdos, aquellos que se resumen cuando frecuentemente él le tocaba su acordeón y cantaban el paseo “Amanecer contigo”.
No pasaron cinco segundos, cuando llena del más absoluto dolor que se dibujaba en su rostro, y viendo que las horas son interminables se preguntó: ¿Será qué llega más tarde?
El Rey Vallenato descansa en paz, y ahora se escuchan con mayor frecuencia las notas de su acordeón que dejó grabadas las cuales se complementaron con las voces de varios cantantes, especialmente con Poncho Zuleta, quien le respaldó en el trabajo musical “Mis clásicos preferidos”.
En los próximos días, a Julio César Rojas Buendía se le cumplirá su deseo: la foto estará en el Salón de Reyes, espacio donde quiso que estuviera para que los visitantes al verla se imaginen al hijo de San Juan Nepomuceno lleno de gloria, y siendo dos veces Rey Vallenato por los siglos de los siglos. Amén.
Mas Noticias
Julio Rojas no alcanzó a colgar la nueva foto en el Salón de Reyes Vallenatos
Fuente: Crónica por Por Juan Rincón Vanegas @juanrinconv | Fecha: 2016-07-04 | Visitas: 5801
En una visita al Parque de la Leyenda Vallenata “Consuelo Araujonoguera”, y después de ver la foto suya que está colgada en el salón de Reyes Vallenatos, fiel testimonio de su primera corona en el año 1983, Julio César Rojas Buendía pidió el favor de cambiarla.
El Rey Vallenato por dos ocasiones se reunió con el presidente de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, Rodolfo Molina Araújo, a quien le expuso los motivos de su solicitud, entre ellos, verse más elegante y a todo color. Julio se fue feliz, esperando regresar pronto y colgar el nuevo cuadro.
La tarea se quedó a medias, porque, efectivamente el hombre nacido en San Juan Nepomuceno mandó a enmarcar la nueva foto con la leyenda: “Julio Rojas - Dos veces Rey Vallenato 1983 - 1994”, la llevó para su casa en Barranquilla donde la mostraba con orgullo y decía que llenaba los requisitos.
Los días pasaban, los compromisos musicales aumentaban, y cada vez que el Rey Vallenato veía el cuadro con su foto sonreía y decía que pronto cumpliría la promesa.
Lo que él no contaba era que el corazón se le fuera a detener sin avisarle, a pesar de que recibía el mejor tratamiento. Todo pasó la madrugada del lunes 20 de junio, poco tiempo después de darse un último paseo por las notas de su acordeón.
“Amanecer contigo”
Para enmarcar esta historia aparece Judith Pacheco Russo, el gran amor de Julio Rojas. Enseguida, cuenta cómo se inició esta relación llena de detalles, de cantos y de afinidad absoluta.
“Me enamoré de su esencia como ser humano, de su sensibilidad, de su talento y de su bondad. Con el paso del tiempo, supimos que éramos el uno para el otro. Nunca lo abandoné y murió tranquilo en mis brazos”.
Aterriza en las añoranzas, y cuenta que juntos solían cantar el paseo “Amanecer contigo”, al que le habían puesto las frases precisas. Para ratificar lo anterior, logra que la inspiración regrese y canta llorando:
“Tus caricias y tus besos
yo los necesito al amanecer
con la verdad yo le confieso
eso no es un secreto
que aumenta mi querer.
Que lindo canto de los pajaritos
que en la madrugada me hacen despertar
porque contigo no me siento solito
y yo te necesito para quererte más”.
Después de ese ejercicio musical, Judith expresa que el Rey Vallenato estuvo muy feliz durante sus últimas horas de vida, porque su corazón se regocijó durante el homenaje recibido en el Festival Distrital de Música de Acordeón, y también porque meses atrás pudo grabar una producción musical con Poncho Zuleta. “Ese era uno de sus sueños y se le hizo realidad. Se emocionaba mucho cuando le decían que era un trabajo de mucha categoría”.
Entrando en detalles sobre el artista, indicó que era un acordeonero que se ceñía al vallenato clásico, al que defendía a capa y espada; que varias canciones vallenatas lo ponían feliz cuando las escuchaba o interpretaba: “La fuerza del amor” (Iván Ovalle Poveda), “Confidencia” (Gustavo Gutiérrez Cabello) y “Mi hermano y yo” (Emiliano Zuleta Díaz).
Recabando en los recuerdos, cita el amor que Julio le hizo despertar por el folclor vallenato, lo que motivó el comienzo de una época donde se dedicó a componer varias canciones que quedaron inéditas. “Precisamente dos días antes de morir, grabó una de mis canciones titulada “El grito de la naturaleza”, obra que daré a conocer muy pronto”.
En cada rincón de la casa de Judith Pacheco Russo abundan los detalles del hombre que con su acordeón expresó todo su sentir, derramó su sabiduría musical y les dejó a sus hijos Julio Alejandro, Julio Mario, Julio Alfonso y Julio Cesar, una herencia que deben ratificar poniendo su nombre en lo más alto.
El último regalo
Muchas historias giran alrededor del hombre que era invitado por Gabriel García Márquez, el patriarca y creador de Macondo, para parrandear y recordarle que hacía parte del árbol genealógico de la familia Buendía, esa que se fusionaba entre la fantasía y la realidad que el escritor plasmó en su libro “Cien años de soledad”, un vallenato de 350 páginas.
En ese contexto, ahora si muy real, aparece nuevamente Judith Pacheco Russo, el amor de Julio César Rojas Buendía, quien le estaba preparando varias sorpresas para el martes 28 de junio, día de su cumpleaños, pero la muerte se le adelantó a la celebración.
Ella, rodeada de una inmensa tristeza y con voz entrecortada manifestó: “Le compré de regalo un acordeón de doce sonidos. Ese fue el regalo que me pidió”.
Calla, revisa en su memoria los años que vivió al lado del hombre con quien compaginó su vida y saboreó las mieles del amor verdadero, ese que tiene la virtud de unir los océanos del sentimiento y entonces entrega la frase que le lacera hasta el alma. “Con la misma intensidad que amé a Julio, así siento el dolor por su partida”.
Ahora, Judith solamente le llevará flores a su tumba, elevará una oración y dejará correr muchas lágrimas que le producen los recuerdos, aquellos que se resumen cuando frecuentemente él le tocaba su acordeón y cantaban el paseo “Amanecer contigo”.
No pasaron cinco segundos, cuando llena del más absoluto dolor que se dibujaba en su rostro, y viendo que las horas son interminables se preguntó: ¿Será qué llega más tarde?
El Rey Vallenato descansa en paz, y ahora se escuchan con mayor frecuencia las notas de su acordeón que dejó grabadas las cuales se complementaron con las voces de varios cantantes, especialmente con Poncho Zuleta, quien le respaldó en el trabajo musical “Mis clásicos preferidos”.
En los próximos días, a Julio César Rojas Buendía se le cumplirá su deseo: la foto estará en el Salón de Reyes, espacio donde quiso que estuviera para que los visitantes al verla se imaginen al hijo de San Juan Nepomuceno lleno de gloria, y siendo dos veces Rey Vallenato por los siglos de los siglos. Amén.