Biografia de Alejandro Duran
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El Mito y el Hombre
Varios años después de su muerte, más de un transeúnte que pasa por Planeta Rica, en noches de vela, y sin que tenga noticias de parranda alguna, asegura ver al negro Alejo, rompiendo el silencio y la oscuridad con las notas sentidas de su acordeón.
Hace milagros! Dicen unos; otros aseguran que concede peticiones y que más de uno ha solucionado su problema económico pidiéndole a Alejo. El más pícaro afirma que invocándolo le ayuda a conseguir mujeres. Lo cierto es que su tumba es visitada continuamente y mucha gente se detiene en el cementerio a elevar una plegaria o a pedirle un favor... Allí le dejan presentes, flores, monedas y le encienden velas en señal de veneración, respeto y cariño.
Sus amigos siguen celebrando el 9 de Febrero - fecha del aniversario de su nacimiento - en su compañía. Se reúnen, prenden los equipos de sonido, toman trago y festejan... con Alejo presente.
La magia de estos hechos de profundo contenido espiritual, nos permite entender la identificación de un pueblo con el lenguaje que propago a través de su música. Es el mito vigente en sus actos, en sus vivencias y el que les alegra el espíritu cuando los motivos son para celebrar.
Ya no sólo escuchan al hombre cantando, es el hombre y el mito fundidos en un solo ser ultradimensional, el que les ayuda a que se cumplan los deseos, se satisfagan los gustos, se sosieguen las ansias, las nostalgias, los quereres...
Es a través de la fuerza de los mensajes contenidos en sus cantos como discurren los lamentos, la picardía, los amores y las ganas de vivir...Entonces la existencia tiene validez y las cosas adquieren su razón de ser.
Por eso el viajero y el trashumante se identifican con sus corredurías, con la forma de vida que el Negro tuvo; el mujeriego tiene un espejo donde mirarse y con su ego dilapidado busca y rebusca nuevos quereres; el vaquero sinuano, el coleador llanero y el ancestral enlazador del magdalena Grande, siguen con sus cantos arreando reses y sacando trapazos a los novillos.
En Corozal un matarife que cargaba el disco debajo del brazo, se arruino escuchando, sin descanso durante un mes "La cachucha bacana"; en Lorica, un bohemio desconsolado tomo trago una semana, en una cantina, al pie de un traganíquel colocando solo a " Fidelina", el paseo que identificaba sus pesares y su despecho. En un pueblo de Magdalena, una mujer le recomendó a Alejo Durán, que no se enfrentara a Alejandro Durán, "porque a ese hombre tocando acordeón no había quien le ganara".
Alejandro Duran no bebía ron. Su decisión de no beber trago fue siempre respetada. Para los no bebedores el Negro fue un paradigma; eso, de por sí, lo colocaba por encima de los demas en la parranda. Muchos interrogantes se tejieron buscando la razón de porque, siendo músico, animador de fiestas, y mujeriego hasta la saciedad, el hombre no tomaba. En la intimidad una mujer complacida le dijo en una ocasión: "¡Alejo, emborráchate para que me digas que me quieres, aunque sea de mentira!". Él por su parte alegaba que era abstemio porque había presenciado escenas familiares muy cercanas, donde los hombres borrachos maltrataban a las mujeres. Tomás Caballero Corvacho cuanta que Alejo le confesó la razón por la que había dejado de tomar trago "... En una parranda, en sus años mozos, se emborrachó y perdió el rumbo; entonces levantó a trompadas a su mejor amigo de esa época; con su descomunal fuerza de vaquero le causo serias lesiones personales, hecho que le preocupó mucho. A raíz de este incidente no volvió a beber, promesa que cumplió hasta el día de su muerte". El mito guarda la pureza del hombre, de su alma y de su corazón.
En Alejo el narrador, esta la memoria de una gran porción de nuestro territorio - la costa atlántica - y a través de sus canciones, la explicación histórica y sentimental se llena de magia y encanto. "Alicia" es un lamento, - hay que lamentarla - decía, y así lo hizo. De tal fuerza que cuando los hombres sufren intensos dolores de cariño, se acompañan de buen ron y de la apesadumbrada nota de Alejandro Duran.
"En asunto de mujeres yo tengo una ley muy bien aprendida: yo quiero a la que me quiere y olvido a la que me olvida". ¡Eso es verdad! Entonces el juglar traza normas, establece leyes, condiciona situaciones, y las acciones de los hombres encuentran una explicación a partir de lo que dijo en sus composiciones o en lo que interpreto, sin importar que la pieza musical fuera de otro; él le ponía su sabor, su exquisitez, su propio fuego...
El filósofo Antonio Mercado Flórez, planeta que el autoconocimiento de estos pueblos proviene del desciframiento de su existencia, esto es, la relación del hombre con el mundo, del hombre con el otro hombre, del hombre con su interioridad y del hombre con Dios. Esa es la esencia del mito.
Es en esta relación donde las canciones que Alejandro Duran interpreta se convierten en identificadoras de los sentimientos individuales y colectivos, y la gente siente que los elementos que él portaba potenciaban sus símbolos de identidad. El sombrero vueltiao que usaba - y que no quería que lo fotografiaran si él - adquirió otra dimensión sobre su cabeza. Esto hizo que la gente se preguntara de donde venia. Fue entonces cuando se difundió que era del Sinú, y que la comunidad Zenú lo había inventado con elementos de cestería parta cubrirse de los soles caniculares del ardiente trópico.
El acordeón en sus manos fue más grande: parecía que tenia más aporte y categoría; el Festival de la Leyenda Vallenata arrancó en 1968 con Alejo como primer Rey y para Consuelo Araújonoguera esto fue un signo importante que determino la buena estrella que siempre ha tenido el certamen. Así como el rey Midas convertía en oro las cosas que tocaba canciones para cambiar el oro por los sentimientos y contribuir con ello a descifrar la existencia.
Juan Gossain sostiene que Alejo no era el mejor acordeonero de su época, que su magia, lo que lo convertía en una leyenda cuando todavía estaba vivo, lo que lo hacia insuperable, era su alma, el cariño que le ponía a la canción (1) Y a esto hay que agregarle todavía mas: su don de gentes, el mensaje que transmitía, la manera sencilla de comunicarse, su permanencia en la amistad, la seriedad de su palabra empeñada, todo lo cual, en su conjunto, hacia de él una persona admirable.
Valencia Salgado afirma que esa atracción muy personalísima del maestro Alejo se debía también a la forma peculiar de vocalizar sus canciones. Daba la impresión que el se sentía feliz cuando ubicaba su obra musical en una semipenumbra entre el grito y la melodía, que producía en el oyente un sentimiento telúrico que hundía sus raíces en la misma tierra, sucia de polvo caminero, de suspiros y ahogos, de sexo alborotado.
La interpretación que hacia de "La hija de Amaranto" nos daba la impresión que ella, la niña, llegaba vestida con solo retazos de telagloria y percal.
La mejor manera de expresarse el mito como memoria viva de los pueblos, es a través de la música. Duran abarco todos los temas sobre los que gira la sociedad, de tal manera que cada cual encuentra en ellos una explicación a su mundo. Él vino de paso, con esa misión, y en su persona se fundían el compositor, el vocalista. el interprete, llevando el mensaje de una región, de lo que se vivió en su época y de la historia contada a través de los cantos.
En Alejo el mito, han empezado a beber el arte, la poesía, la literatura, la pintura, la fotografía, la música, el cine... Su presencia ya es símbolo y su lenguaje transmite no solo sentimientos, sino que invita a que se le estudie, a que se le interprete y se proyecte como centro de cultura e identidad de un pueblo.
Alejo Duran el mito, nos permite soñar y con este sueño podemos trazar un derrotero a los elementos culturales terrígenos que requieren una razón de ser para su conservación y progreso. La música vallenata es uno de ellos.
Con relación a los versos de sus canciones, Alejo además de cronista es un poeta sutil donde los versos llevan el mensaje de un amor no compartido, por eso teje la canción con asonancias extraordinarias como: "¡Ay, si fueres para Ayapel, llevame este papelito. Cuidado lo vas a ver, que esta lleno de caprichos."
Las historias anónimas que se han venido transmitiendo, los cultos, la religiosidad, la existencia del mundo, la razón de ser del comportamiento humano, el destino y la pedagogía de la naturaleza, todo esto forma parte del compromiso del hombre para un adecuado estudio de sus orígenes y la proyección de la sociedad en que vive. Esto lo hace apoyado en el mito; aquí es donde las composiciones y la música de Alejo serán un adecuado soporte para socializar los conocimientos y hacer agradable la lectura en el trabajo pedagógico y en la reafirmación de la identidad.
La narración histórica de algunos hechos de la vida de Alejandro Duran, esta salpicada de fábulas contadas por el o sus amigos y conocidos. Como no existe una verdadera versión de la verdad, ni el propósito es encontrarla, se recurre al reforzamiento del mito en dos sentidos; por un lado para quienes lo interpreten como desmistificacion, Alejo seguirá siendo un mito con las versiones propias que cada cual desee darle; y por el otro lado, quienes lo conocieron y certifican que los hechos contados sobre la vida de este hombre están aquí y que por el contrario faltan otras, entonces el mito adquiere mucha más vigencia y legitimidad.
No es él, Alejandro, un hombre común con un acordeón común y que canta simples canciones amorosas, sino que fue el cronista, el comunicador de la provincia quien describió paisajes, sucesos, amores, usos y costumbres con una magia tal que su obra además de ser una canción es un periódico cantado que recoge la cotidianidad de la provincia. Es el juglar, el coplero, el creador de mitos, y a su vez, el mito que organiza historias para que la memoria colectiva recuerde toda esa riqueza folclórica saturada con pringos geniales que hoy nos obliga a decir: ¡Alejandro Duran es el Homero del caribe colombiano!
El Brujo que tenía en su corazón
David Sánchez Juliao siempre lo relacionó con el diablo (2). La gente hacia trascender leyendas en torno a episodios que rodearon su vida. Lo cierto es que su fama volaba y su grandeza no tenia limites. Por eso se decía que Alejo no estaba solo, que estaba "asegurado" y que sabia sus "vainas". Quienes le conocieron de cerca sabían que él en el fondo era supersticioso y que apasionado en esta sugestión conocía oraciones, secretos y brujerías, creyendo algunos que esto realmente lindaba con lo demoniaco. Muchos afirmaban que estaba acompañado de un espíritu invisible, y que si no hubiera sido así, no hubiera podido soportar horas y horas tocando magistralmente el acordeón, sobretodo en sus últimos años, en los que seguía siendo un potro cerrero en las tarimas.
Sabia que un artista de fama como él, tenia su vida expuesta a los peligros y que esto le daba enemigos gratuitos, personas envidiosas que gustaban usar maleficios para hacer daño a sus rivales. Que por este temor supersticioso guardaba amorosamente unos escapularios que perfumaba con humo de anamú, esa planta que sirve para curar enfermedades según dicen los emberá del alto Sinú.
Antes de empezar su toque, registraba con su vista el entorno, se fijaba en el publico, en los otros acordeonistas, como tratando de descubrir un soterrado rival, y rezaba en voz baja oraciones y sortilegios. Para tener ágiles sus manos se sobijaba las coyunturas de sus dedos con manteca de lobo pollero.
Era bueno a los puños, a las buenas era bueno y pacifico, pero quienes se atrevieron a enfrentarlo, sintieron una aplanadora que les caía encima, por eso se creía que cargaba pedazos de piedra de ara, ese talismán de los buenos peleadores.
Otros afirman que por lo menos una vez al mes, sahumaba su acordeón para purificarla, para que oliera bien y para que los primos y los bajos regaran de aromas el ambiente cuando interpretaba el instrumento. "Vaya usted a saber, si esto era verdad o solo invento, -dice Guillermo Valencia Salgado. Lo cierto es que las mujeres se enloquecían con él, y que su cuerpo parecía que estaba suspendido en el aire cuando asumía esa parada marcial e imponente, en la ejecución de su pedazo de acordeón."
El mismo Goyo recuerda que una vez se encontró con una mujer, quien sorprendida le dijo: "En una ocasión lo tuve cerca de mí y una sensación rara me estremeció, como si estuviera amarrada por el negro. No sabia que me pasaba, sentía que me desvestía, no le sostuve la mirada, entonces me quede como abobada con su diente de oro y sus labios que cantaban; agaché la vista hasta sus dedos ágiles, rudos, que hilvanaban la música, y la ultima mirada que hice, mas hacia abajo,... fue derecho a su esencia, no se porque!".
Alejo nunca fue embrujado, nunca le paso nada, y eso que como decía él, se topo con acrodeonistas rivales que, en procura de arrebatarle su fama, le echaban secretos y rezos maléficos.
Contaba que una vez sí estuvo seriamente en peligro y fue en una población del bajo Magdalena. Decía que era una noche clara y llena de estrellas, y cuando ya estaba en la mitad de su toque llegó de pronto un acordeonista mulato, más claro que moreno, de ojos sarcos, que traía un acordeón de raro aspecto colgado en su hombro izquierdo y el cual, apartando gentes, se le situó de frente en actitud retadora.
Él, por su parte, lo vio llegar y en ese momento sintió un viento frío que se le metió en las manos y le agarrotó los dedos. "Yo interpretaba en ese instante un porro de Náfer llamado A orillas del Magdalena. Y francamente no supe qué pasó, los dedos no me acompañaban, parecía como si me hubieran congelado. Yo para esos toques de festivales usaba una sortija que un brujo de Tucurá, en el alto Sinú, me había rezado diciéndome que mientras la llevara puesta, ninguna maldad me iba a caer. El público estaba sorprendido porque yo no interpretaba correctamente los compases del porro que tocaba. De pronto mi sortija se reventó en varios pedazos y el maleficio pasó dejando un olor de azufre concentrado".
Alejo afirma que si no hubiese tenido esa aseguranza, posiblemente hubiera muerto. "Pero Fíjate tú- sigue narrando- no todo fue malo esa noche. El maleficio pasó y yo amanecí entre los brazos de una quinceañera nativa de Ayapel".
Alejo realmente no era brujo, pero sabía "sus vainas"y con sus cosas y sus canciones, él ayudaba a los jóvenes que iban en busca de secretos para enamorar. Sacaba su acordeón y rápidamente hacía un registro melódico y decía: En este pedazo de acordeón está todo el secreto del amor. Así que, muchachos, aprendan a tocar este instrumento..."
Cuentan sus amigos íntimos que Alejo sabía cuando se iba a morir, porque había empezado a escuchar campanitas de sonido melódico dentro de él. Pasaron tres semanas y en el Festival de Chinú, donde fue invitado de honor, las oyó muy fuertes. Y esta vez ellas hacían ecos en sus oídos, rasguñándole el alma. Alejo, murió varios días después y desde su fallecimiento, dice la gente que a medianoche se oye sonar su pedazo de acordeón en el cuarto donde él acostumbraba a hacer su siesta.
"Que está embrujado ese acordeón? Yo no creo - dice Compae Goyo-, pero afirmó que el alma de ese último juglar vallenato no quiere abandonar su instrumento. Tal vez deje de sonar cuando aparezca un nuevo Alejandro Durán, en el inmenso escenario del caribe colombiano".
Notas.
1. Gossaín, Juan. Alejo, artículo periodístico, 1989.
2. Sánchez Juliao, David. Entervista a Alejo Durán, Medellín, 1986.
Créditos.
Alejandro Durán. Su Vida y su Música. Domus Libri. 1999.
Investigación, trabajo de campo y redacción: Arminio Mestra Osorio y Albio Martínez Siman
No es difícil clasificar de GENIO a alguien como Alejandro Durán Díaz, quien cariñosamente llamamos ALEJO, ya que es un artista vallenato completo: Acordeonero, Cantante y Autor. En las tres categorias fué grandioso.
Alejandro Duran Diaz, nació en el Paso (Cesar) en el año de 1919, rodeado de una familia de músicos: su mamá Juana Francisca Villareal, cantadora de tamboras, su tío Octavio Mendoza quien se destacó por ser compositor y acordeonero, Luis Felipe y Nafer Durán diestros en el instrumento y su padre quien ejecutaba el acordeón.
Su primera grabación la realizó en 1950 para el sello Atlántico de Barranquilla y allí incluyó el tema Güepaje después conocido como La Trampa. Fue el primer Rey del Festival de la Leyenda Vallenata, que se inició en 1968, y se recuerda como el mas carismático de los músicos vallenatos en todos los tiempos. Digan lo digan !
Su estilo para tocar el acordeón no tuvo alumnos directos aunque sí influenció la ejecución de varios acordeoneros como Juancho Rois. A Durán se le considera el mejor ejecutante de el SON en toda la historia.
Fue además gran vocalista con acento profundo y nostálgico. Tampoco tuvo alumnos directos en su canto, pero es bien conocido que Jorge Oñate imitó varias de sus tendencias e incluso se autoproclamó alumno de Durán.
Por último, fue un excelente compositor, del estilo narrativo y costumbrista, de los últimos que escribió canciones en los cuatro aires, entre las cuales podemos mencionar; Fidelina (son), 039 (Paseo), La mujer y la primavera (Merengue) y Pedazo de Acordeón (Puya). En total compuso más de 300 obras registradas.
Murió en Montería el 15 de noviembre de 1989, víctima de la diabetes y una falla cardiaca. En su sepelio fue imposible movilizarse y su ataúd debió ser pasado "de mano en mano" hacia el estrado y luego hasta el cementerio.
Seguiras siempre en nuestros pensamientos y corazones, ALEJO, por tu sencillez eres ya, Inmortal!
ALEJO DURAN (Otro Relato)
Alejandro Durán Díaz nació en El Paso (Cesar) un 9 de febrero de 1919. El Paso es un pueblo situado entre los ríos Cesar y Ariguaní, habitado desde un principio por vaqueros, agricultores y tocadores de tambor.
De niño, deambulaba por la sabana, trabajando desde los diez años en la finca Las Cabezas. Cuando tenía 23 años, se fue metiendo en las cosas que quería. Un día dejó la sabana que va a morir en los playones de los ríos paseros, donde el ganado pasta, sestea y come durante el verano, bajo el cuidado de los vaqueros.
Alejo descubre en ese entonces que la voz, el tono y los temas de las canciones rústicas de aquellos vaqueros tienen el perfil de una realidad imposible de cantarse de una manera diferente a como se escucha fresca y temprana en la garganta de los guías de los caminos, por eso tarde o temprano ocurriría lo que sucedió. Por influencia familiar o razones laborales, dejó de ser vaquero para quedarse haciendo cantos de los mismos que inicialmente oía y le gustaban. En 1943, a los 26 años, saca el viejo acordeón de su tío Octavio de un baúl, empieza a tocarlo y hacerlo sonar de acuerdo con su tono de voz grave, ronca y parecida a la de su madre cuando cantaba tamboras en diciembre.
Su primera canción fue un son llamado Las Cocas (Voz femenina de coqui - el cocinero de los vaqueros). Durán fue quien extrajo al acordeón las notas más sonoras y fuertes, acompañándolas con el titubeo de su cabeza que llevaba siempre embutida en un sombrero sabanero. Su monótona melodía, su estilo pausado, el modo de interpretar, las entonaciones que salían de una sola hilera del acordeón, se parecían a los primeros juglares que se dieron a la tarea de descubrir los secretos escondidos de los primeros instrumentos.
Empezaba su fama, y por ese entonces en El Paso ya se hablaba de él, porque sus discos llegaban a la orilla del río.
Enamorado de las mujeres y también de la vida, Alejo tuvo 25 hijos en 18 amores. En 1968 se realizó el primer festival de acordeones "El Festival Vallenato" y allí fue elegido Rey, así fue como ganó el primer festival y comprobó una vez más el amor que el pueblo de Valledupar le tenía sin conocerlo. En 1979 el Instituto Colombiano de Cultura decidió grabar en vivo música de los acordeoneros más auténticos. Alejo estaba encabezando la lista. El 28 de abril de 1987, un jurado le negó el título a que tenía derecho en el Festival, el de "Rey de Reyes"; pero lo reconoció el pueblo porque sólo para él cantaba, componía, improvisaba el acordeón con ese estilo de presencia misteriosa.
Quedarán para siempre en la historia del folclor bellas canciones como "Pedazo de Acordeón" "Alicia Adorada" "039" "La Perra", "Fidelina", entre tantos temas que interpretó con su estilo. Gilberto Alejandro Durán Díaz murió el 15 de noviembre de 1989 en la ciudad de Montería. Días atrás , un infarto le había deteriorado su corazón y la diabetes lo fue postrando, para no recuperarse más.
Hoy después de doce años de su partida, los homenajes y honores al "Negro Grande" como se le conocía, no cesan, un seriado en la televisión colombiana sobre su vida y obra, innumerables escritos, reconocimientos, interpretaciones musicales y todo lo que recuerde a uno de los más importantes juglares que ha tenido la música vallenata en Colombia.
ALEJO DURAN: REY DEL PRIMER FESTIVAL VALLENATO (1968)
En el Primer Festival Vallenato, organizado desde la casona colonial de Hernando Molina, se realizó en medio del escepticismo de amigos y allegados de Alfonso López y Consuelo Araújonoguera, quienes no creyeron que el certamen pudiera alcanzar el éxito que finalmente tuvo.
En una improvisada tarima de madera se llevó a cabo el Primer Concurso de Acordeoneros en el que compitieron: Luis Enrique Martínez ("El Pollo Vallenato"), Ovidio Granados Durán, Emiliano Zuleta Baquero y Alejandro Durán Díaz.
Un grueso grupo de sus seguidores daba por descontado que el Rey sería el viejo Emiliano Zuleta, y bajo ese supuesto se lo llevaron a celebrar anticipadamente durante toda la tarde, de tal manera que por la noche, cuando llegó la hora de la competencia, Emiliano no estuvo disponible durante los tres llamados que se le hicieron para que subiera a competir. Esto motivó su descalificación y, aseguran algunos, le despejó el camino a Alejo Durán, quien para ese entonces no tenía el renombre y la popularidad que después lo hizo famoso.
Alejo concursó con la puya "Mi pedazo de acordeón", el son "Alicia Adorada", el merengue "Elvirita" y el paseo "La cachucha bacana". El segundo lugar fue para Ovidio Granados y el tercero para Luis Enrique Martínez. Fueron jurados: Rafael Escalona Martínez, Tobías Enrique Pumarejo, Gustavo Gutiérrez Cabello, Jaime Gutiérrez de Piñerez y Carlos H. Escobar.
Este articulo fué tomado directamente de LA PAGINA DE LA FUNDACIÓN LEYENDA VALLENATA, quien reserva todos los Derechos Reservados de Autor.
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El Mito y el Hombre
Varios años después de su muerte, más de un transeúnte que pasa por Planeta Rica, en noches de vela, y sin que tenga noticias de parranda alguna, asegura ver al negro Alejo, rompiendo el silencio y la oscuridad con las notas sentidas de su acordeón.
Hace milagros! Dicen unos; otros aseguran que concede peticiones y que más de uno ha solucionado su problema económico pidiéndole a Alejo. El más pícaro afirma que invocándolo le ayuda a conseguir mujeres. Lo cierto es que su tumba es visitada continuamente y mucha gente se detiene en el cementerio a elevar una plegaria o a pedirle un favor... Allí le dejan presentes, flores, monedas y le encienden velas en señal de veneración, respeto y cariño.
Sus amigos siguen celebrando el 9 de Febrero - fecha del aniversario de su nacimiento - en su compañía. Se reúnen, prenden los equipos de sonido, toman trago y festejan... con Alejo presente.
La magia de estos hechos de profundo contenido espiritual, nos permite entender la identificación de un pueblo con el lenguaje que propago a través de su música. Es el mito vigente en sus actos, en sus vivencias y el que les alegra el espíritu cuando los motivos son para celebrar.
Ya no sólo escuchan al hombre cantando, es el hombre y el mito fundidos en un solo ser ultradimensional, el que les ayuda a que se cumplan los deseos, se satisfagan los gustos, se sosieguen las ansias, las nostalgias, los quereres...
Es a través de la fuerza de los mensajes contenidos en sus cantos como discurren los lamentos, la picardía, los amores y las ganas de vivir...Entonces la existencia tiene validez y las cosas adquieren su razón de ser.
Por eso el viajero y el trashumante se identifican con sus corredurías, con la forma de vida que el Negro tuvo; el mujeriego tiene un espejo donde mirarse y con su ego dilapidado busca y rebusca nuevos quereres; el vaquero sinuano, el coleador llanero y el ancestral enlazador del magdalena Grande, siguen con sus cantos arreando reses y sacando trapazos a los novillos.
En Corozal un matarife que cargaba el disco debajo del brazo, se arruino escuchando, sin descanso durante un mes "La cachucha bacana"; en Lorica, un bohemio desconsolado tomo trago una semana, en una cantina, al pie de un traganíquel colocando solo a " Fidelina", el paseo que identificaba sus pesares y su despecho. En un pueblo de Magdalena, una mujer le recomendó a Alejo Durán, que no se enfrentara a Alejandro Durán, "porque a ese hombre tocando acordeón no había quien le ganara".
Alejandro Duran no bebía ron. Su decisión de no beber trago fue siempre respetada. Para los no bebedores el Negro fue un paradigma; eso, de por sí, lo colocaba por encima de los demas en la parranda. Muchos interrogantes se tejieron buscando la razón de porque, siendo músico, animador de fiestas, y mujeriego hasta la saciedad, el hombre no tomaba. En la intimidad una mujer complacida le dijo en una ocasión: "¡Alejo, emborráchate para que me digas que me quieres, aunque sea de mentira!". Él por su parte alegaba que era abstemio porque había presenciado escenas familiares muy cercanas, donde los hombres borrachos maltrataban a las mujeres. Tomás Caballero Corvacho cuanta que Alejo le confesó la razón por la que había dejado de tomar trago "... En una parranda, en sus años mozos, se emborrachó y perdió el rumbo; entonces levantó a trompadas a su mejor amigo de esa época; con su descomunal fuerza de vaquero le causo serias lesiones personales, hecho que le preocupó mucho. A raíz de este incidente no volvió a beber, promesa que cumplió hasta el día de su muerte". El mito guarda la pureza del hombre, de su alma y de su corazón.
En Alejo el narrador, esta la memoria de una gran porción de nuestro territorio - la costa atlántica - y a través de sus canciones, la explicación histórica y sentimental se llena de magia y encanto. "Alicia" es un lamento, - hay que lamentarla - decía, y así lo hizo. De tal fuerza que cuando los hombres sufren intensos dolores de cariño, se acompañan de buen ron y de la apesadumbrada nota de Alejandro Duran.
"En asunto de mujeres yo tengo una ley muy bien aprendida: yo quiero a la que me quiere y olvido a la que me olvida". ¡Eso es verdad! Entonces el juglar traza normas, establece leyes, condiciona situaciones, y las acciones de los hombres encuentran una explicación a partir de lo que dijo en sus composiciones o en lo que interpreto, sin importar que la pieza musical fuera de otro; él le ponía su sabor, su exquisitez, su propio fuego...
El filósofo Antonio Mercado Flórez, planeta que el autoconocimiento de estos pueblos proviene del desciframiento de su existencia, esto es, la relación del hombre con el mundo, del hombre con el otro hombre, del hombre con su interioridad y del hombre con Dios. Esa es la esencia del mito.
Es en esta relación donde las canciones que Alejandro Duran interpreta se convierten en identificadoras de los sentimientos individuales y colectivos, y la gente siente que los elementos que él portaba potenciaban sus símbolos de identidad. El sombrero vueltiao que usaba - y que no quería que lo fotografiaran si él - adquirió otra dimensión sobre su cabeza. Esto hizo que la gente se preguntara de donde venia. Fue entonces cuando se difundió que era del Sinú, y que la comunidad Zenú lo había inventado con elementos de cestería parta cubrirse de los soles caniculares del ardiente trópico.
El acordeón en sus manos fue más grande: parecía que tenia más aporte y categoría; el Festival de la Leyenda Vallenata arrancó en 1968 con Alejo como primer Rey y para Consuelo Araújonoguera esto fue un signo importante que determino la buena estrella que siempre ha tenido el certamen. Así como el rey Midas convertía en oro las cosas que tocaba canciones para cambiar el oro por los sentimientos y contribuir con ello a descifrar la existencia.
Juan Gossain sostiene que Alejo no era el mejor acordeonero de su época, que su magia, lo que lo convertía en una leyenda cuando todavía estaba vivo, lo que lo hacia insuperable, era su alma, el cariño que le ponía a la canción (1) Y a esto hay que agregarle todavía mas: su don de gentes, el mensaje que transmitía, la manera sencilla de comunicarse, su permanencia en la amistad, la seriedad de su palabra empeñada, todo lo cual, en su conjunto, hacia de él una persona admirable.
Valencia Salgado afirma que esa atracción muy personalísima del maestro Alejo se debía también a la forma peculiar de vocalizar sus canciones. Daba la impresión que el se sentía feliz cuando ubicaba su obra musical en una semipenumbra entre el grito y la melodía, que producía en el oyente un sentimiento telúrico que hundía sus raíces en la misma tierra, sucia de polvo caminero, de suspiros y ahogos, de sexo alborotado.
La interpretación que hacia de "La hija de Amaranto" nos daba la impresión que ella, la niña, llegaba vestida con solo retazos de telagloria y percal.
La mejor manera de expresarse el mito como memoria viva de los pueblos, es a través de la música. Duran abarco todos los temas sobre los que gira la sociedad, de tal manera que cada cual encuentra en ellos una explicación a su mundo. Él vino de paso, con esa misión, y en su persona se fundían el compositor, el vocalista. el interprete, llevando el mensaje de una región, de lo que se vivió en su época y de la historia contada a través de los cantos.
En Alejo el mito, han empezado a beber el arte, la poesía, la literatura, la pintura, la fotografía, la música, el cine... Su presencia ya es símbolo y su lenguaje transmite no solo sentimientos, sino que invita a que se le estudie, a que se le interprete y se proyecte como centro de cultura e identidad de un pueblo.
Alejo Duran el mito, nos permite soñar y con este sueño podemos trazar un derrotero a los elementos culturales terrígenos que requieren una razón de ser para su conservación y progreso. La música vallenata es uno de ellos.
Con relación a los versos de sus canciones, Alejo además de cronista es un poeta sutil donde los versos llevan el mensaje de un amor no compartido, por eso teje la canción con asonancias extraordinarias como: "¡Ay, si fueres para Ayapel, llevame este papelito. Cuidado lo vas a ver, que esta lleno de caprichos."
Las historias anónimas que se han venido transmitiendo, los cultos, la religiosidad, la existencia del mundo, la razón de ser del comportamiento humano, el destino y la pedagogía de la naturaleza, todo esto forma parte del compromiso del hombre para un adecuado estudio de sus orígenes y la proyección de la sociedad en que vive. Esto lo hace apoyado en el mito; aquí es donde las composiciones y la música de Alejo serán un adecuado soporte para socializar los conocimientos y hacer agradable la lectura en el trabajo pedagógico y en la reafirmación de la identidad.
La narración histórica de algunos hechos de la vida de Alejandro Duran, esta salpicada de fábulas contadas por el o sus amigos y conocidos. Como no existe una verdadera versión de la verdad, ni el propósito es encontrarla, se recurre al reforzamiento del mito en dos sentidos; por un lado para quienes lo interpreten como desmistificacion, Alejo seguirá siendo un mito con las versiones propias que cada cual desee darle; y por el otro lado, quienes lo conocieron y certifican que los hechos contados sobre la vida de este hombre están aquí y que por el contrario faltan otras, entonces el mito adquiere mucha más vigencia y legitimidad.
No es él, Alejandro, un hombre común con un acordeón común y que canta simples canciones amorosas, sino que fue el cronista, el comunicador de la provincia quien describió paisajes, sucesos, amores, usos y costumbres con una magia tal que su obra además de ser una canción es un periódico cantado que recoge la cotidianidad de la provincia. Es el juglar, el coplero, el creador de mitos, y a su vez, el mito que organiza historias para que la memoria colectiva recuerde toda esa riqueza folclórica saturada con pringos geniales que hoy nos obliga a decir: ¡Alejandro Duran es el Homero del caribe colombiano!
El Brujo que tenía en su corazón
David Sánchez Juliao siempre lo relacionó con el diablo (2). La gente hacia trascender leyendas en torno a episodios que rodearon su vida. Lo cierto es que su fama volaba y su grandeza no tenia limites. Por eso se decía que Alejo no estaba solo, que estaba "asegurado" y que sabia sus "vainas". Quienes le conocieron de cerca sabían que él en el fondo era supersticioso y que apasionado en esta sugestión conocía oraciones, secretos y brujerías, creyendo algunos que esto realmente lindaba con lo demoniaco. Muchos afirmaban que estaba acompañado de un espíritu invisible, y que si no hubiera sido así, no hubiera podido soportar horas y horas tocando magistralmente el acordeón, sobretodo en sus últimos años, en los que seguía siendo un potro cerrero en las tarimas.
Sabia que un artista de fama como él, tenia su vida expuesta a los peligros y que esto le daba enemigos gratuitos, personas envidiosas que gustaban usar maleficios para hacer daño a sus rivales. Que por este temor supersticioso guardaba amorosamente unos escapularios que perfumaba con humo de anamú, esa planta que sirve para curar enfermedades según dicen los emberá del alto Sinú.
Antes de empezar su toque, registraba con su vista el entorno, se fijaba en el publico, en los otros acordeonistas, como tratando de descubrir un soterrado rival, y rezaba en voz baja oraciones y sortilegios. Para tener ágiles sus manos se sobijaba las coyunturas de sus dedos con manteca de lobo pollero.
Era bueno a los puños, a las buenas era bueno y pacifico, pero quienes se atrevieron a enfrentarlo, sintieron una aplanadora que les caía encima, por eso se creía que cargaba pedazos de piedra de ara, ese talismán de los buenos peleadores.
Otros afirman que por lo menos una vez al mes, sahumaba su acordeón para purificarla, para que oliera bien y para que los primos y los bajos regaran de aromas el ambiente cuando interpretaba el instrumento. "Vaya usted a saber, si esto era verdad o solo invento, -dice Guillermo Valencia Salgado. Lo cierto es que las mujeres se enloquecían con él, y que su cuerpo parecía que estaba suspendido en el aire cuando asumía esa parada marcial e imponente, en la ejecución de su pedazo de acordeón."
El mismo Goyo recuerda que una vez se encontró con una mujer, quien sorprendida le dijo: "En una ocasión lo tuve cerca de mí y una sensación rara me estremeció, como si estuviera amarrada por el negro. No sabia que me pasaba, sentía que me desvestía, no le sostuve la mirada, entonces me quede como abobada con su diente de oro y sus labios que cantaban; agaché la vista hasta sus dedos ágiles, rudos, que hilvanaban la música, y la ultima mirada que hice, mas hacia abajo,... fue derecho a su esencia, no se porque!".
Alejo nunca fue embrujado, nunca le paso nada, y eso que como decía él, se topo con acrodeonistas rivales que, en procura de arrebatarle su fama, le echaban secretos y rezos maléficos.
Contaba que una vez sí estuvo seriamente en peligro y fue en una población del bajo Magdalena. Decía que era una noche clara y llena de estrellas, y cuando ya estaba en la mitad de su toque llegó de pronto un acordeonista mulato, más claro que moreno, de ojos sarcos, que traía un acordeón de raro aspecto colgado en su hombro izquierdo y el cual, apartando gentes, se le situó de frente en actitud retadora.
Él, por su parte, lo vio llegar y en ese momento sintió un viento frío que se le metió en las manos y le agarrotó los dedos. "Yo interpretaba en ese instante un porro de Náfer llamado A orillas del Magdalena. Y francamente no supe qué pasó, los dedos no me acompañaban, parecía como si me hubieran congelado. Yo para esos toques de festivales usaba una sortija que un brujo de Tucurá, en el alto Sinú, me había rezado diciéndome que mientras la llevara puesta, ninguna maldad me iba a caer. El público estaba sorprendido porque yo no interpretaba correctamente los compases del porro que tocaba. De pronto mi sortija se reventó en varios pedazos y el maleficio pasó dejando un olor de azufre concentrado".
Alejo afirma que si no hubiese tenido esa aseguranza, posiblemente hubiera muerto. "Pero Fíjate tú- sigue narrando- no todo fue malo esa noche. El maleficio pasó y yo amanecí entre los brazos de una quinceañera nativa de Ayapel".
Alejo realmente no era brujo, pero sabía "sus vainas"y con sus cosas y sus canciones, él ayudaba a los jóvenes que iban en busca de secretos para enamorar. Sacaba su acordeón y rápidamente hacía un registro melódico y decía: En este pedazo de acordeón está todo el secreto del amor. Así que, muchachos, aprendan a tocar este instrumento..."
Cuentan sus amigos íntimos que Alejo sabía cuando se iba a morir, porque había empezado a escuchar campanitas de sonido melódico dentro de él. Pasaron tres semanas y en el Festival de Chinú, donde fue invitado de honor, las oyó muy fuertes. Y esta vez ellas hacían ecos en sus oídos, rasguñándole el alma. Alejo, murió varios días después y desde su fallecimiento, dice la gente que a medianoche se oye sonar su pedazo de acordeón en el cuarto donde él acostumbraba a hacer su siesta.
"Que está embrujado ese acordeón? Yo no creo - dice Compae Goyo-, pero afirmó que el alma de ese último juglar vallenato no quiere abandonar su instrumento. Tal vez deje de sonar cuando aparezca un nuevo Alejandro Durán, en el inmenso escenario del caribe colombiano".
Notas.
1. Gossaín, Juan. Alejo, artículo periodístico, 1989.
2. Sánchez Juliao, David. Entervista a Alejo Durán, Medellín, 1986.
Créditos.
Alejandro Durán. Su Vida y su Música. Domus Libri. 1999.
Investigación, trabajo de campo y redacción: Arminio Mestra Osorio y Albio Martínez Siman
No es difícil clasificar de GENIO a alguien como Alejandro Durán Díaz, quien cariñosamente llamamos ALEJO, ya que es un artista vallenato completo: Acordeonero, Cantante y Autor. En las tres categorias fué grandioso.
Alejandro Duran Diaz, nació en el Paso (Cesar) en el año de 1919, rodeado de una familia de músicos: su mamá Juana Francisca Villareal, cantadora de tamboras, su tío Octavio Mendoza quien se destacó por ser compositor y acordeonero, Luis Felipe y Nafer Durán diestros en el instrumento y su padre quien ejecutaba el acordeón.
Su primera grabación la realizó en 1950 para el sello Atlántico de Barranquilla y allí incluyó el tema Güepaje después conocido como La Trampa. Fue el primer Rey del Festival de la Leyenda Vallenata, que se inició en 1968, y se recuerda como el mas carismático de los músicos vallenatos en todos los tiempos. Digan lo digan !
Su estilo para tocar el acordeón no tuvo alumnos directos aunque sí influenció la ejecución de varios acordeoneros como Juancho Rois. A Durán se le considera el mejor ejecutante de el SON en toda la historia.
Fue además gran vocalista con acento profundo y nostálgico. Tampoco tuvo alumnos directos en su canto, pero es bien conocido que Jorge Oñate imitó varias de sus tendencias e incluso se autoproclamó alumno de Durán.
Por último, fue un excelente compositor, del estilo narrativo y costumbrista, de los últimos que escribió canciones en los cuatro aires, entre las cuales podemos mencionar; Fidelina (son), 039 (Paseo), La mujer y la primavera (Merengue) y Pedazo de Acordeón (Puya). En total compuso más de 300 obras registradas.
Murió en Montería el 15 de noviembre de 1989, víctima de la diabetes y una falla cardiaca. En su sepelio fue imposible movilizarse y su ataúd debió ser pasado "de mano en mano" hacia el estrado y luego hasta el cementerio.
Seguiras siempre en nuestros pensamientos y corazones, ALEJO, por tu sencillez eres ya, Inmortal!
ALEJO DURAN (Otro Relato)
Alejandro Durán Díaz nació en El Paso (Cesar) un 9 de febrero de 1919. El Paso es un pueblo situado entre los ríos Cesar y Ariguaní, habitado desde un principio por vaqueros, agricultores y tocadores de tambor.
De niño, deambulaba por la sabana, trabajando desde los diez años en la finca Las Cabezas. Cuando tenía 23 años, se fue metiendo en las cosas que quería. Un día dejó la sabana que va a morir en los playones de los ríos paseros, donde el ganado pasta, sestea y come durante el verano, bajo el cuidado de los vaqueros.
Alejo descubre en ese entonces que la voz, el tono y los temas de las canciones rústicas de aquellos vaqueros tienen el perfil de una realidad imposible de cantarse de una manera diferente a como se escucha fresca y temprana en la garganta de los guías de los caminos, por eso tarde o temprano ocurriría lo que sucedió. Por influencia familiar o razones laborales, dejó de ser vaquero para quedarse haciendo cantos de los mismos que inicialmente oía y le gustaban. En 1943, a los 26 años, saca el viejo acordeón de su tío Octavio de un baúl, empieza a tocarlo y hacerlo sonar de acuerdo con su tono de voz grave, ronca y parecida a la de su madre cuando cantaba tamboras en diciembre.
Su primera canción fue un son llamado Las Cocas (Voz femenina de coqui - el cocinero de los vaqueros). Durán fue quien extrajo al acordeón las notas más sonoras y fuertes, acompañándolas con el titubeo de su cabeza que llevaba siempre embutida en un sombrero sabanero. Su monótona melodía, su estilo pausado, el modo de interpretar, las entonaciones que salían de una sola hilera del acordeón, se parecían a los primeros juglares que se dieron a la tarea de descubrir los secretos escondidos de los primeros instrumentos.
Empezaba su fama, y por ese entonces en El Paso ya se hablaba de él, porque sus discos llegaban a la orilla del río.
Enamorado de las mujeres y también de la vida, Alejo tuvo 25 hijos en 18 amores. En 1968 se realizó el primer festival de acordeones "El Festival Vallenato" y allí fue elegido Rey, así fue como ganó el primer festival y comprobó una vez más el amor que el pueblo de Valledupar le tenía sin conocerlo. En 1979 el Instituto Colombiano de Cultura decidió grabar en vivo música de los acordeoneros más auténticos. Alejo estaba encabezando la lista. El 28 de abril de 1987, un jurado le negó el título a que tenía derecho en el Festival, el de "Rey de Reyes"; pero lo reconoció el pueblo porque sólo para él cantaba, componía, improvisaba el acordeón con ese estilo de presencia misteriosa.
Quedarán para siempre en la historia del folclor bellas canciones como "Pedazo de Acordeón" "Alicia Adorada" "039" "La Perra", "Fidelina", entre tantos temas que interpretó con su estilo. Gilberto Alejandro Durán Díaz murió el 15 de noviembre de 1989 en la ciudad de Montería. Días atrás , un infarto le había deteriorado su corazón y la diabetes lo fue postrando, para no recuperarse más.
Hoy después de doce años de su partida, los homenajes y honores al "Negro Grande" como se le conocía, no cesan, un seriado en la televisión colombiana sobre su vida y obra, innumerables escritos, reconocimientos, interpretaciones musicales y todo lo que recuerde a uno de los más importantes juglares que ha tenido la música vallenata en Colombia.
ALEJO DURAN: REY DEL PRIMER FESTIVAL VALLENATO (1968)
En el Primer Festival Vallenato, organizado desde la casona colonial de Hernando Molina, se realizó en medio del escepticismo de amigos y allegados de Alfonso López y Consuelo Araújonoguera, quienes no creyeron que el certamen pudiera alcanzar el éxito que finalmente tuvo.
En una improvisada tarima de madera se llevó a cabo el Primer Concurso de Acordeoneros en el que compitieron: Luis Enrique Martínez ("El Pollo Vallenato"), Ovidio Granados Durán, Emiliano Zuleta Baquero y Alejandro Durán Díaz.
Un grueso grupo de sus seguidores daba por descontado que el Rey sería el viejo Emiliano Zuleta, y bajo ese supuesto se lo llevaron a celebrar anticipadamente durante toda la tarde, de tal manera que por la noche, cuando llegó la hora de la competencia, Emiliano no estuvo disponible durante los tres llamados que se le hicieron para que subiera a competir. Esto motivó su descalificación y, aseguran algunos, le despejó el camino a Alejo Durán, quien para ese entonces no tenía el renombre y la popularidad que después lo hizo famoso.
Alejo concursó con la puya "Mi pedazo de acordeón", el son "Alicia Adorada", el merengue "Elvirita" y el paseo "La cachucha bacana". El segundo lugar fue para Ovidio Granados y el tercero para Luis Enrique Martínez. Fueron jurados: Rafael Escalona Martínez, Tobías Enrique Pumarejo, Gustavo Gutiérrez Cabello, Jaime Gutiérrez de Piñerez y Carlos H. Escobar.
Este articulo fué tomado directamente de LA PAGINA DE LA FUNDACIÓN LEYENDA VALLENATA, quien reserva todos los Derechos Reservados de Autor.
Alejandro Duran
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El Mito y el Hombre
Varios años después de su muerte, más de un transeúnte que pasa por Planeta Rica, en noches de vela, y sin que tenga noticias de parranda alguna, asegura ver al negro Alejo, rompiendo el silencio y la oscuridad con las notas sentidas de su acordeón.
Hace milagros! Dicen unos; otros aseguran que concede peticiones y que más de uno ha solucionado su problema económico pidiéndole a Alejo. El más pícaro afirma que invocándolo le ayuda a conseguir mujeres. Lo cierto es que su tumba es visitada continuamente y mucha gente se detiene en el cementerio a elevar una plegaria o a pedirle un favor... Allí le dejan presentes, flores, monedas y le encienden velas en señal de veneración, respeto y cariño.
Sus amigos siguen celebrando el 9 de Febrero - fecha del aniversario de su nacimiento - en su compañía. Se reúnen, prenden los equipos de sonido, toman trago y festejan... con Alejo presente.
La magia de estos hechos de profundo contenido espiritual, nos permite entender la identificación de un pueblo con el lenguaje que propago a través de su música. Es el mito vigente en sus actos, en sus vivencias y el que les alegra el espíritu cuando los motivos son para celebrar.
Ya no sólo escuchan al hombre cantando, es el hombre y el mito fundidos en un solo ser ultradimensional, el que les ayuda a que se cumplan los deseos, se satisfagan los gustos, se sosieguen las ansias, las nostalgias, los quereres...
Es a través de la fuerza de los mensajes contenidos en sus cantos como discurren los lamentos, la picardía, los amores y las ganas de vivir...Entonces la existencia tiene validez y las cosas adquieren su razón de ser.
Por eso el viajero y el trashumante se identifican con sus corredurías, con la forma de vida que el Negro tuvo; el mujeriego tiene un espejo donde mirarse y con su ego dilapidado busca y rebusca nuevos quereres; el vaquero sinuano, el coleador llanero y el ancestral enlazador del magdalena Grande, siguen con sus cantos arreando reses y sacando trapazos a los novillos.
En Corozal un matarife que cargaba el disco debajo del brazo, se arruino escuchando, sin descanso durante un mes "La cachucha bacana"; en Lorica, un bohemio desconsolado tomo trago una semana, en una cantina, al pie de un traganíquel colocando solo a " Fidelina", el paseo que identificaba sus pesares y su despecho. En un pueblo de Magdalena, una mujer le recomendó a Alejo Durán, que no se enfrentara a Alejandro Durán, "porque a ese hombre tocando acordeón no había quien le ganara".
Alejandro Duran no bebía ron. Su decisión de no beber trago fue siempre respetada. Para los no bebedores el Negro fue un paradigma; eso, de por sí, lo colocaba por encima de los demas en la parranda. Muchos interrogantes se tejieron buscando la razón de porque, siendo músico, animador de fiestas, y mujeriego hasta la saciedad, el hombre no tomaba. En la intimidad una mujer complacida le dijo en una ocasión: "¡Alejo, emborráchate para que me digas que me quieres, aunque sea de mentira!". Él por su parte alegaba que era abstemio porque había presenciado escenas familiares muy cercanas, donde los hombres borrachos maltrataban a las mujeres. Tomás Caballero Corvacho cuanta que Alejo le confesó la razón por la que había dejado de tomar trago "... En una parranda, en sus años mozos, se emborrachó y perdió el rumbo; entonces levantó a trompadas a su mejor amigo de esa época; con su descomunal fuerza de vaquero le causo serias lesiones personales, hecho que le preocupó mucho. A raíz de este incidente no volvió a beber, promesa que cumplió hasta el día de su muerte". El mito guarda la pureza del hombre, de su alma y de su corazón.
En Alejo el narrador, esta la memoria de una gran porción de nuestro territorio - la costa atlántica - y a través de sus canciones, la explicación histórica y sentimental se llena de magia y encanto. "Alicia" es un lamento, - hay que lamentarla - decía, y así lo hizo. De tal fuerza que cuando los hombres sufren intensos dolores de cariño, se acompañan de buen ron y de la apesadumbrada nota de Alejandro Duran.
"En asunto de mujeres yo tengo una ley muy bien aprendida: yo quiero a la que me quiere y olvido a la que me olvida". ¡Eso es verdad! Entonces el juglar traza normas, establece leyes, condiciona situaciones, y las acciones de los hombres encuentran una explicación a partir de lo que dijo en sus composiciones o en lo que interpreto, sin importar que la pieza musical fuera de otro; él le ponía su sabor, su exquisitez, su propio fuego...
El filósofo Antonio Mercado Flórez, planeta que el autoconocimiento de estos pueblos proviene del desciframiento de su existencia, esto es, la relación del hombre con el mundo, del hombre con el otro hombre, del hombre con su interioridad y del hombre con Dios. Esa es la esencia del mito.
Es en esta relación donde las canciones que Alejandro Duran interpreta se convierten en identificadoras de los sentimientos individuales y colectivos, y la gente siente que los elementos que él portaba potenciaban sus símbolos de identidad. El sombrero vueltiao que usaba - y que no quería que lo fotografiaran si él - adquirió otra dimensión sobre su cabeza. Esto hizo que la gente se preguntara de donde venia. Fue entonces cuando se difundió que era del Sinú, y que la comunidad Zenú lo había inventado con elementos de cestería parta cubrirse de los soles caniculares del ardiente trópico.
El acordeón en sus manos fue más grande: parecía que tenia más aporte y categoría; el Festival de la Leyenda Vallenata arrancó en 1968 con Alejo como primer Rey y para Consuelo Araújonoguera esto fue un signo importante que determino la buena estrella que siempre ha tenido el certamen. Así como el rey Midas convertía en oro las cosas que tocaba canciones para cambiar el oro por los sentimientos y contribuir con ello a descifrar la existencia.
Juan Gossain sostiene que Alejo no era el mejor acordeonero de su época, que su magia, lo que lo convertía en una leyenda cuando todavía estaba vivo, lo que lo hacia insuperable, era su alma, el cariño que le ponía a la canción (1) Y a esto hay que agregarle todavía mas: su don de gentes, el mensaje que transmitía, la manera sencilla de comunicarse, su permanencia en la amistad, la seriedad de su palabra empeñada, todo lo cual, en su conjunto, hacia de él una persona admirable.
Valencia Salgado afirma que esa atracción muy personalísima del maestro Alejo se debía también a la forma peculiar de vocalizar sus canciones. Daba la impresión que el se sentía feliz cuando ubicaba su obra musical en una semipenumbra entre el grito y la melodía, que producía en el oyente un sentimiento telúrico que hundía sus raíces en la misma tierra, sucia de polvo caminero, de suspiros y ahogos, de sexo alborotado.
La interpretación que hacia de "La hija de Amaranto" nos daba la impresión que ella, la niña, llegaba vestida con solo retazos de telagloria y percal.
La mejor manera de expresarse el mito como memoria viva de los pueblos, es a través de la música. Duran abarco todos los temas sobre los que gira la sociedad, de tal manera que cada cual encuentra en ellos una explicación a su mundo. Él vino de paso, con esa misión, y en su persona se fundían el compositor, el vocalista. el interprete, llevando el mensaje de una región, de lo que se vivió en su época y de la historia contada a través de los cantos.
En Alejo el mito, han empezado a beber el arte, la poesía, la literatura, la pintura, la fotografía, la música, el cine... Su presencia ya es símbolo y su lenguaje transmite no solo sentimientos, sino que invita a que se le estudie, a que se le interprete y se proyecte como centro de cultura e identidad de un pueblo.
Alejo Duran el mito, nos permite soñar y con este sueño podemos trazar un derrotero a los elementos culturales terrígenos que requieren una razón de ser para su conservación y progreso. La música vallenata es uno de ellos.
Con relación a los versos de sus canciones, Alejo además de cronista es un poeta sutil donde los versos llevan el mensaje de un amor no compartido, por eso teje la canción con asonancias extraordinarias como: "¡Ay, si fueres para Ayapel, llevame este papelito. Cuidado lo vas a ver, que esta lleno de caprichos."
Las historias anónimas que se han venido transmitiendo, los cultos, la religiosidad, la existencia del mundo, la razón de ser del comportamiento humano, el destino y la pedagogía de la naturaleza, todo esto forma parte del compromiso del hombre para un adecuado estudio de sus orígenes y la proyección de la sociedad en que vive. Esto lo hace apoyado en el mito; aquí es donde las composiciones y la música de Alejo serán un adecuado soporte para socializar los conocimientos y hacer agradable la lectura en el trabajo pedagógico y en la reafirmación de la identidad.
La narración histórica de algunos hechos de la vida de Alejandro Duran, esta salpicada de fábulas contadas por el o sus amigos y conocidos. Como no existe una verdadera versión de la verdad, ni el propósito es encontrarla, se recurre al reforzamiento del mito en dos sentidos; por un lado para quienes lo interpreten como desmistificacion, Alejo seguirá siendo un mito con las versiones propias que cada cual desee darle; y por el otro lado, quienes lo conocieron y certifican que los hechos contados sobre la vida de este hombre están aquí y que por el contrario faltan otras, entonces el mito adquiere mucha más vigencia y legitimidad.
No es él, Alejandro, un hombre común con un acordeón común y que canta simples canciones amorosas, sino que fue el cronista, el comunicador de la provincia quien describió paisajes, sucesos, amores, usos y costumbres con una magia tal que su obra además de ser una canción es un periódico cantado que recoge la cotidianidad de la provincia. Es el juglar, el coplero, el creador de mitos, y a su vez, el mito que organiza historias para que la memoria colectiva recuerde toda esa riqueza folclórica saturada con pringos geniales que hoy nos obliga a decir: ¡Alejandro Duran es el Homero del caribe colombiano!
El Brujo que tenía en su corazón
David Sánchez Juliao siempre lo relacionó con el diablo (2). La gente hacia trascender leyendas en torno a episodios que rodearon su vida. Lo cierto es que su fama volaba y su grandeza no tenia limites. Por eso se decía que Alejo no estaba solo, que estaba "asegurado" y que sabia sus "vainas". Quienes le conocieron de cerca sabían que él en el fondo era supersticioso y que apasionado en esta sugestión conocía oraciones, secretos y brujerías, creyendo algunos que esto realmente lindaba con lo demoniaco. Muchos afirmaban que estaba acompañado de un espíritu invisible, y que si no hubiera sido así, no hubiera podido soportar horas y horas tocando magistralmente el acordeón, sobretodo en sus últimos años, en los que seguía siendo un potro cerrero en las tarimas.
Sabia que un artista de fama como él, tenia su vida expuesta a los peligros y que esto le daba enemigos gratuitos, personas envidiosas que gustaban usar maleficios para hacer daño a sus rivales. Que por este temor supersticioso guardaba amorosamente unos escapularios que perfumaba con humo de anamú, esa planta que sirve para curar enfermedades según dicen los emberá del alto Sinú.
Antes de empezar su toque, registraba con su vista el entorno, se fijaba en el publico, en los otros acordeonistas, como tratando de descubrir un soterrado rival, y rezaba en voz baja oraciones y sortilegios. Para tener ágiles sus manos se sobijaba las coyunturas de sus dedos con manteca de lobo pollero.
Era bueno a los puños, a las buenas era bueno y pacifico, pero quienes se atrevieron a enfrentarlo, sintieron una aplanadora que les caía encima, por eso se creía que cargaba pedazos de piedra de ara, ese talismán de los buenos peleadores.
Otros afirman que por lo menos una vez al mes, sahumaba su acordeón para purificarla, para que oliera bien y para que los primos y los bajos regaran de aromas el ambiente cuando interpretaba el instrumento. "Vaya usted a saber, si esto era verdad o solo invento, -dice Guillermo Valencia Salgado. Lo cierto es que las mujeres se enloquecían con él, y que su cuerpo parecía que estaba suspendido en el aire cuando asumía esa parada marcial e imponente, en la ejecución de su pedazo de acordeón."
El mismo Goyo recuerda que una vez se encontró con una mujer, quien sorprendida le dijo: "En una ocasión lo tuve cerca de mí y una sensación rara me estremeció, como si estuviera amarrada por el negro. No sabia que me pasaba, sentía que me desvestía, no le sostuve la mirada, entonces me quede como abobada con su diente de oro y sus labios que cantaban; agaché la vista hasta sus dedos ágiles, rudos, que hilvanaban la música, y la ultima mirada que hice, mas hacia abajo,... fue derecho a su esencia, no se porque!".
Alejo nunca fue embrujado, nunca le paso nada, y eso que como decía él, se topo con acrodeonistas rivales que, en procura de arrebatarle su fama, le echaban secretos y rezos maléficos.
Contaba que una vez sí estuvo seriamente en peligro y fue en una población del bajo Magdalena. Decía que era una noche clara y llena de estrellas, y cuando ya estaba en la mitad de su toque llegó de pronto un acordeonista mulato, más claro que moreno, de ojos sarcos, que traía un acordeón de raro aspecto colgado en su hombro izquierdo y el cual, apartando gentes, se le situó de frente en actitud retadora.
Él, por su parte, lo vio llegar y en ese momento sintió un viento frío que se le metió en las manos y le agarrotó los dedos. "Yo interpretaba en ese instante un porro de Náfer llamado A orillas del Magdalena. Y francamente no supe qué pasó, los dedos no me acompañaban, parecía como si me hubieran congelado. Yo para esos toques de festivales usaba una sortija que un brujo de Tucurá, en el alto Sinú, me había rezado diciéndome que mientras la llevara puesta, ninguna maldad me iba a caer. El público estaba sorprendido porque yo no interpretaba correctamente los compases del porro que tocaba. De pronto mi sortija se reventó en varios pedazos y el maleficio pasó dejando un olor de azufre concentrado".
Alejo afirma que si no hubiese tenido esa aseguranza, posiblemente hubiera muerto. "Pero Fíjate tú- sigue narrando- no todo fue malo esa noche. El maleficio pasó y yo amanecí entre los brazos de una quinceañera nativa de Ayapel".
Alejo realmente no era brujo, pero sabía "sus vainas"y con sus cosas y sus canciones, él ayudaba a los jóvenes que iban en busca de secretos para enamorar. Sacaba su acordeón y rápidamente hacía un registro melódico y decía: En este pedazo de acordeón está todo el secreto del amor. Así que, muchachos, aprendan a tocar este instrumento..."
Cuentan sus amigos íntimos que Alejo sabía cuando se iba a morir, porque había empezado a escuchar campanitas de sonido melódico dentro de él. Pasaron tres semanas y en el Festival de Chinú, donde fue invitado de honor, las oyó muy fuertes. Y esta vez ellas hacían ecos en sus oídos, rasguñándole el alma. Alejo, murió varios días después y desde su fallecimiento, dice la gente que a medianoche se oye sonar su pedazo de acordeón en el cuarto donde él acostumbraba a hacer su siesta.
"Que está embrujado ese acordeón? Yo no creo - dice Compae Goyo-, pero afirmó que el alma de ese último juglar vallenato no quiere abandonar su instrumento. Tal vez deje de sonar cuando aparezca un nuevo Alejandro Durán, en el inmenso escenario del caribe colombiano".
Notas.
1. Gossaín, Juan. Alejo, artículo periodístico, 1989.
2. Sánchez Juliao, David. Entervista a Alejo Durán, Medellín, 1986.
Créditos.
Alejandro Durán. Su Vida y su Música. Domus Libri. 1999.
Investigación, trabajo de campo y redacción: Arminio Mestra Osorio y Albio Martínez Siman
No es difícil clasificar de GENIO a alguien como Alejandro Durán Díaz, quien cariñosamente llamamos ALEJO, ya que es un artista vallenato completo: Acordeonero, Cantante y Autor. En las tres categorias fué grandioso.
Alejandro Duran Diaz, nació en el Paso (Cesar) en el año de 1919, rodeado de una familia de músicos: su mamá Juana Francisca Villareal, cantadora de tamboras, su tío Octavio Mendoza quien se destacó por ser compositor y acordeonero, Luis Felipe y Nafer Durán diestros en el instrumento y su padre quien ejecutaba el acordeón.
Su primera grabación la realizó en 1950 para el sello Atlántico de Barranquilla y allí incluyó el tema Güepaje después conocido como La Trampa. Fue el primer Rey del Festival de la Leyenda Vallenata, que se inició en 1968, y se recuerda como el mas carismático de los músicos vallenatos en todos los tiempos. Digan lo digan !
Su estilo para tocar el acordeón no tuvo alumnos directos aunque sí influenció la ejecución de varios acordeoneros como Juancho Rois. A Durán se le considera el mejor ejecutante de el SON en toda la historia.
Fue además gran vocalista con acento profundo y nostálgico. Tampoco tuvo alumnos directos en su canto, pero es bien conocido que Jorge Oñate imitó varias de sus tendencias e incluso se autoproclamó alumno de Durán.
Por último, fue un excelente compositor, del estilo narrativo y costumbrista, de los últimos que escribió canciones en los cuatro aires, entre las cuales podemos mencionar; Fidelina (son), 039 (Paseo), La mujer y la primavera (Merengue) y Pedazo de Acordeón (Puya). En total compuso más de 300 obras registradas.
Murió en Montería el 15 de noviembre de 1989, víctima de la diabetes y una falla cardiaca. En su sepelio fue imposible movilizarse y su ataúd debió ser pasado "de mano en mano" hacia el estrado y luego hasta el cementerio.
Seguiras siempre en nuestros pensamientos y corazones, ALEJO, por tu sencillez eres ya, Inmortal!
ALEJO DURAN (Otro Relato)
Alejandro Durán Díaz nació en El Paso (Cesar) un 9 de febrero de 1919. El Paso es un pueblo situado entre los ríos Cesar y Ariguaní, habitado desde un principio por vaqueros, agricultores y tocadores de tambor.
De niño, deambulaba por la sabana, trabajando desde los diez años en la finca Las Cabezas. Cuando tenía 23 años, se fue metiendo en las cosas que quería. Un día dejó la sabana que va a morir en los playones de los ríos paseros, donde el ganado pasta, sestea y come durante el verano, bajo el cuidado de los vaqueros.
Alejo descubre en ese entonces que la voz, el tono y los temas de las canciones rústicas de aquellos vaqueros tienen el perfil de una realidad imposible de cantarse de una manera diferente a como se escucha fresca y temprana en la garganta de los guías de los caminos, por eso tarde o temprano ocurriría lo que sucedió. Por influencia familiar o razones laborales, dejó de ser vaquero para quedarse haciendo cantos de los mismos que inicialmente oía y le gustaban. En 1943, a los 26 años, saca el viejo acordeón de su tío Octavio de un baúl, empieza a tocarlo y hacerlo sonar de acuerdo con su tono de voz grave, ronca y parecida a la de su madre cuando cantaba tamboras en diciembre.
Su primera canción fue un son llamado Las Cocas (Voz femenina de coqui - el cocinero de los vaqueros). Durán fue quien extrajo al acordeón las notas más sonoras y fuertes, acompañándolas con el titubeo de su cabeza que llevaba siempre embutida en un sombrero sabanero. Su monótona melodía, su estilo pausado, el modo de interpretar, las entonaciones que salían de una sola hilera del acordeón, se parecían a los primeros juglares que se dieron a la tarea de descubrir los secretos escondidos de los primeros instrumentos.
Empezaba su fama, y por ese entonces en El Paso ya se hablaba de él, porque sus discos llegaban a la orilla del río.
Enamorado de las mujeres y también de la vida, Alejo tuvo 25 hijos en 18 amores. En 1968 se realizó el primer festival de acordeones "El Festival Vallenato" y allí fue elegido Rey, así fue como ganó el primer festival y comprobó una vez más el amor que el pueblo de Valledupar le tenía sin conocerlo. En 1979 el Instituto Colombiano de Cultura decidió grabar en vivo música de los acordeoneros más auténticos. Alejo estaba encabezando la lista. El 28 de abril de 1987, un jurado le negó el título a que tenía derecho en el Festival, el de "Rey de Reyes"; pero lo reconoció el pueblo porque sólo para él cantaba, componía, improvisaba el acordeón con ese estilo de presencia misteriosa.
Quedarán para siempre en la historia del folclor bellas canciones como "Pedazo de Acordeón" "Alicia Adorada" "039" "La Perra", "Fidelina", entre tantos temas que interpretó con su estilo. Gilberto Alejandro Durán Díaz murió el 15 de noviembre de 1989 en la ciudad de Montería. Días atrás , un infarto le había deteriorado su corazón y la diabetes lo fue postrando, para no recuperarse más.
Hoy después de doce años de su partida, los homenajes y honores al "Negro Grande" como se le conocía, no cesan, un seriado en la televisión colombiana sobre su vida y obra, innumerables escritos, reconocimientos, interpretaciones musicales y todo lo que recuerde a uno de los más importantes juglares que ha tenido la música vallenata en Colombia.
ALEJO DURAN: REY DEL PRIMER FESTIVAL VALLENATO (1968)
En el Primer Festival Vallenato, organizado desde la casona colonial de Hernando Molina, se realizó en medio del escepticismo de amigos y allegados de Alfonso López y Consuelo Araújonoguera, quienes no creyeron que el certamen pudiera alcanzar el éxito que finalmente tuvo.
En una improvisada tarima de madera se llevó a cabo el Primer Concurso de Acordeoneros en el que compitieron: Luis Enrique Martínez ("El Pollo Vallenato"), Ovidio Granados Durán, Emiliano Zuleta Baquero y Alejandro Durán Díaz.
Un grueso grupo de sus seguidores daba por descontado que el Rey sería el viejo Emiliano Zuleta, y bajo ese supuesto se lo llevaron a celebrar anticipadamente durante toda la tarde, de tal manera que por la noche, cuando llegó la hora de la competencia, Emiliano no estuvo disponible durante los tres llamados que se le hicieron para que subiera a competir. Esto motivó su descalificación y, aseguran algunos, le despejó el camino a Alejo Durán, quien para ese entonces no tenía el renombre y la popularidad que después lo hizo famoso.
Alejo concursó con la puya "Mi pedazo de acordeón", el son "Alicia Adorada", el merengue "Elvirita" y el paseo "La cachucha bacana". El segundo lugar fue para Ovidio Granados y el tercero para Luis Enrique Martínez. Fueron jurados: Rafael Escalona Martínez, Tobías Enrique Pumarejo, Gustavo Gutiérrez Cabello, Jaime Gutiérrez de Piñerez y Carlos H. Escobar.
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