Alfredo Gutierrez: El Transgresor Mas Purista Del Vallenato

Maestro de maestros indiscutible, cultor de músicas populares y tradicionales colombianas, como el vallenato, la tropical y la cumbia, entre otras, Alfredo Gutiérrez sostuvo con Juan Gossaín una charla llena de historias, recuerdos y anécdotas.

Fue un encuentro entre viejos conocidos que se quieren como hermanos. Pero, además, fue un espacio que, como todos los del Carnaval de las Artes, pone a quienes hagan parte de él, desde el público hasta los organizadores y los invitados, en el mismo nivel, en la igualdad que da la fiesta, porque este encuentro piensa y revitaliza esa fiesta, en el lugar en el que debe estar: como parte de la identidad y como motor de la vida.

Sin embargo, el encuentro del sábado, que empezó a las 6 de la tarde, hizo primero un homenaje a los policías muertos en la mañana de ese día en el barrio San José de la capital del Atlántico, en un atentado que dejó además 20 heridos y puso a la ciudad en máxima alerta.

Gossaín –de blanco– y el maestro Gutiérrez –de negro– hicieron parar a los asistentes a ese escenario maravilloso que es el Parque Cultural del Caribe
para homenajear a las caídos con un minuto de silencio.

Gutiérrez interpretó ‘Ojos indios’ y llegó a la canción unos segundos tarde. Su grupo ya había empezado a tocar este tema, uno de los más reconocidos de su carrera, que empezó, como contó, en 1954, cuando tenía 10 años.

A esa edad, Gutiérrez, nacido el 17 de abril de 1944 en Sabanas de Beltrán Paloquemao (Sucre), ya hacía parte del grupo Los Pequeños Vallenatos.


Entre Gossaín y Gutiérrez hicieron un recorrido por pequeños pueblos y veredas de la costa Norte de Colombia y hablaron de personajes tradicionales, como la niña María Martínez, dueña de una pensión entre Sincelejo y Magangué en la que comían y dormían choferes y músicos.

Y se narraron cuentos que, por supuesto, hicieron corta la charla y dejaron a todos los asistentes con más ganas de conversación.
Eso sin contar que la noche tuvo mucho baile, porque cada intervención musical del maestro ponía a todo el mundo a moverse, incluidos los niños, que también hacen parte del público.

Un mosaico de sus temas, así como ‘Dos mujeres’ y ‘039’, algo de rock y, por supuesto, ‘Festival en Guararé’ hicieron parte de este recorrido musical. Y con esta última canción, el turno de contar una historia le correspondió a Gossaín.





Cada vez que ponían ‘Festival en Guararé’ en una fiesta, rompía el disco de acetato, y fueron muchos los que destruí, hasta que mi papá me llamó al orden


“Ay, maestro, si no fuera porque es usted, me iba, porque yo tengo una historia con esa canción muy triste: corría 1963 y yo estudiaba en Cartagena, y fui a mi pueblo, San Bernardo del Viento, en unas vacaciones. Cómo le parece que llegó una niña que no era de allí y me encantó. Una noche, en una fiesta, yo la saqué a bailar esa canción y le digo al oído ‘te quiero, déjame ser tu novio’. Me prometió pensarlo y al final de esas vacaciones ella estaba de novia de mi amigo Nelson González. Entonces, cada vez que ponían ‘Festival en Guararé’ en una fiesta, rompía el disco de acetato, y fueron muchos los que destruí, hasta que mi papá me llamó al orden y me advirtió que no lo hiciera más porque lo iba a quebrar de estar reponiéndole la música a los picós”.

Luego de muchas risas de Gutiérrez, este último contó que la música de ‘Festival en Guararé’ es del compositor panameño Dorindo Cárdenas.
“Y Guararé es una ciudad panameña de la provincia de Los Santos, que tiene mucha historia con el acordeón y un festival al que fui. Realmente, la canción se llama ‘Decimoquinto festival en Guararé’ y yo la oí allá y me vine para Colombia a ponerle la letra”.

En ese 1963 de la tragedia de amor de Gossaín, Alfredo Gutiérrez ya era un músico conocido “y hasta ya tenía hijos”, contó riéndose. Pero antes de eso, el maestro había tenido que trabajar mucho y muy duro para sacar adelante a su familia, tras la muerte de su padre, en 1958.

“Mi padre fue uno de los primeros juglales de la provincia de El Roble, en La Paz (Cesar), y yo empecé tocando dos canciones: ‘La piña madura’ y ‘La múcura’.
Para ganarme un dinero las tocaba en la cantina de Pura Mercado, en mi pueblo, y los borrachos me daban monedas. Una vez, uno de ellos me dio un billete de 50 centavos (estos se emitieron en Colombia entre las décadas del 30 y del 50 del siglo pasado y también fueron conocidos como de medio peso), que eran un platal”, contó el maestro. Y, entre el público, Roberto González, un asistente, ratificó sus palabras: “Eso se lo daban a uno el 24 de diciembre y alcanzaba para comprar lo que llamábamos un helado con copita y cuchara de plata”, comentó, sin dejar de aplaudir.

En el escenario, Gutiérrez siguió contando cómo fue su camino al éxito: “Me venía los lunes a Barranquilla y empezaba a cantar primero en los buses que decían Prado Boston, que eran verdes con rayas amarillas y, luego, por la tarde, cogía los Boston Prado, que eran rojos con franja blanca. Tocaba ‘La piña madura’ y ‘La múcura’, recogía la plata con sombrero, y sostenía a mi familia”, dijo, con una gran sonrisa de satisfacción.

El acordeón que tocaba, agregó, “era viejito, le salían ratones y cucarachas, a lo que más le tienen miedo las mujeres, y era de dos teclados”, frase que terminó con otra de sus carcajadas.

Hoy, dijo, tiene más de 30 acordeones y llevó varios al Parque Cultural del Caribe, que puso en el escenario antes de hablar de otro de sus logros, por el que le preguntó Gossaín: haber sido tres veces rey vallenato en el Festival de la Leyenda Vallenata: en 1974, 1978 y 1986.

“Yo he sido jurado ocho veces del Festival de la Leyenda Vallenata y le doy gracias a Dios que nunca fue con Alfredo participando, porque la verdad es que él ha sido un gran transgresor del género, tocando con los pies y de espalda al público”, comentó Gossaín, agregando que el músico siempre pone en aprietos a los calificadores.

El maestro, que hoy defiende el vallenato tradicional y dice que hay que tocarlo como es, comentó que él sí fue innovador, “pero siempre le agradeceré a Consuelo Araujonoguera (gestora de este encuentro) que en mis participaciones se iba para donde el jurado y le decía que no miraran la forma ni el movimiento de los acordeoneros, ni el ‘show’, sino el concepto”, dice.

Por eso, para él en la actualidad no está bien que “todo lo que hoy se toque con acordeón sea vallenato. Por eso, le agradezco a Consuelo Araujonoguera que viera mis méritos, y al gran periodista Pedro Juan Meléndez, que me puso ‘el rebelde del acordeón’, cuando decidí retirarme del evento en 1969”.

Cuenta que en sus conciertos hace un trabajo didáctico, para que la gente entienda los distintos géneros del vallenato.

Trabajar y hacerlo bien ha sido su constante. Muy joven llegó a Discos Fuentes, gracias a que fue donde Calixto Ochoa a que le arreglara el viejo acordeón y este, viéndolo, con unos zapatos talla 45, siete más de lo que calza y que Gutiérrez recibió como regalo de un ampliador de fotos, le dijo que mejor se fueran a Discos Fuentes, donde Toño Fuentes, donde de pronto les salía algo.

En la disquera de Fuentes nacieron Los Corraleros de Majagual. Y con el grupo, los grandes éxitos que han hecho famoso a Alfredo Gutiérrez.
“Tras la salida de José María Peñaranda de Discos Fuentes, Toño Fuentes decide que el único que lo podía reemplazar era Calixto Ochoa, un acordeonero revolucionario. Grabamos ‘La ombligona’ y después de discutir el nombre del grupo llegamos a Los Corraleros de Majagual”.

“¿Qué le han dado a usted ‘039’, ‘Festival en Guararé’, ‘Dos mujeres’ y ‘Ojos indios’?”, le pregunta Juan Gossaín, poco antes de terminar la charla.

“Tener trabajo, seguir vigente, saber, cada segundo, que la música es todo en mi vida, una antorcha que les paso siempre a mis seguidores…
Y no parar de ofrecer conciertos cada fin de semana; por eso, a mí siempre me dijeron que, como no estaba en mi casa ni sábados ni domingos, mis hijos fueron engendrados entre semana, martes o miércoles”, dijo Gutiérrez y acto seguido comentó que lo mejor que le puede pasar al mundo es la existencia de las mujeres, “por eso hay que quererlas y respetarlas”.

Aplausos y vivas del parque abarrotado, lleno de niños, jóvenes, adultos de todos los niveles de la sociedad que llegan con su ‘kit’ del Carnaval de las Artes, que incluye desde sillas Rimax hasta bancos y colchonetas pequeñas, porque en Barranquilla, este evento es un plan anual que nadie quiere perderse y cuyas actividades son gratuitas. Incluso, en la charla que dio el cineasta Ciro Guerra, director de ‘El abrazo de la serpiente’, en la Cinemateca del Caribe el sábado en la tarde, más de 100 personas se quedaron sin poder ingresar.

Después de cantar ‘Dos mujeres’ y meterle unos apartes de ‘La bamba’ y acordes roqueros, hubo aplauso largo y fuerte para Alfredo Gutiérrez y su música.

A nadie le hubiera molestado quedarse ahí hasta diciembre, pero este Carnaval de las Artes, incluyente, para todos, tenía en los camerinos al Septeto Nacional de Cuba, que luego contó y cantó otras historias.

OLGA LUCÍA MARTÍNEZ ANTE
Enviada especial de EL TIEMPO
Barranquilla

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